Chapter 1: Día 1: Teacher/Student (Lewis/Franco)
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Kinktober Día 1: Teacher/Student
Lewis Hamilton/Franco Colapinto
Castigo
Un golpe suave en la puerta alertó a Lewis de otra presencia entrando al salón de clases. Retirándose los anteojos y cerrando su computadora portátil levantó la vista para encontrar a Franco Colapinto caminando hasta su escritorio, su expresión relajada y una sonrisa fácil tirando de sus labios con la descarada tranquilidad de quien sabe que se metió en problemas pero no le importa en lo más mínimo. Hizo a Lewis fruncir el seño de desagrado, ese chico realmente estaba empecinado en alterar sus nervios.
-Buen día, profesor Hamilton.
-Colapinto, creo que usted sabe porque lo llame en horario del receso.
El chico tuvo la audacia de fruncir los labios y llevar la mano a su barbilla, pretendiendo pensar el motivo por el cual su profesor de filosofía lo habría citado.
"Pendejo de mierda" pensó, arrugando el papel en su regazo.
-¡Nop! No tengo idea profesor. ¿Qué desea usted de mí?
Lo último lo dijo apoyando los brazos en su escritorio, arqueando la espalda para estilizar su figura como un felino que se prepara para saltar sobre una presa. Lewis no se dejó intimidar ni un centímetro.
-Sabe usted muy porque lo llame-expusó el papel entre medio de los dos, haciendo perfectamente visible el escrito con una letra que indudablemente pertenecía al argentino-¿Qué significa esto?
-¿Mi parcial, señor?-pregunto él con inocencia fingida.
-Lo que escribió en la última página de su parcial, Colapinto.
Se mordió los labios, sonrojándose ligeramente. Lewis creyó que había recuperado algún concepto de vergüenza pero esa idea fue rápidamente disipada.
-"El profesor Hamilton está más bueno que Boca ganando la libertadores"
-¿Tiene alguna explicación para esta conducta suya?
-Haber... No pienso en realidad eso de usted profesor-Lewis cruzo los brazos y lo miró intensamente, esperando que se explayara más y automáticamente se arrepintió cuando la pequeña mierda abrió la boca-pienso cosas mucho... Mucho peores.
Desde el primer día que ese chico entró a su clase supo que sería un problema, originalmente lo consideró simpático aunque un poco disperso y demasiado parlanchín, pero nunca se imaginó que sus miradas intensas y sonrisas embobadas escondían algo más. Había comenzado con cosas sutiles, pequeños cumplidos tales como "Que bien se ve hoy profesor" "¿Qué perfume usa? Es riquísimo" "Sus clases son mis favoritas", fue fácil ignorarlo con un agradecimiento o una sonrisa pero aparentemente para el chico de veintidós años eso no era suficiente, y se volvió atrevido de una forma que podría obtenerle una expulsión.
La primera vez fue cuando le entregó un trabajo práctico y sus manos le rozaron más de la cuenta al entregarle la carpeta, la siguiente fue obsequiarle una botella de tequila carísima en medio de toda la clase, solamente porque había estado de viaje en Mexico y quería llevarle un regalo a su "profesor favorito". Enviarle mensajes a su mail de consultas con frases por demás escandalosas "no puedo dormir pensando en usted, ¿Usted piensa en mí?" "Le pasó mi número de teléfono, por si alguna noche quiere llamarme. Siempre voy a estar disponible para usted profesor Hamilton" y una seguidilla de correos en los que no quería pensar.
Y ahora, esto, esa frase. En un exámen que Lewis estaría clasificando, completamente ignorante de lo que encontraría. Y Franco tenía la audacia de sonreírle con una inocencia que no poseía.
-Puedo hacer que lo expulsen por esto.
-¿Y por qué no lo hizo antes?
Franco rodeó el escritorio para ubicarse enfrente de su profesor, mirándolo desde arriba con una superioridad que Lewis quería borrar de un cachetazo.
-Tiene todas las pruebas, nadie dudaría de usted. ¿Por qué no lo hizo ya?
-Queria darle una oportunidad para redimirse de este comportamiento, y así ambos podremos fingir que nunca pasó.
-Es malísimo para mentir, profesor Hamilton.
Lewis vió con ojos desorbitados como el chico se dejo caer sobre sus rodillas, a escasos centímetros de las piernas abiertas del mayor, sus manos pálidas jugueteando con la bota de sus pantalones negros de vestir.
-¿Qué cree que hace?
-Podría haberme rechazado los regalos, bloqueado mis correos, o incluso pudo haber quitado la mano cuando yo buscaba cualquier excusa para tocarlo, pero no lo hizo. Y yo se porqué.
Gateó en la corta distancia que lo separaba del espacio entre las piernas de su profesor. Sus manos subiendo velozmente a sus muslos carnosos los cuales acarició con adoración, sonriéndole en cuanto Lewis comenzó a respirar profundamente con la boca abierta.
-¿Podría decirme cuál es ese por qué?
-Porque usted quiere esto, me quiere a mí-puntualizó recostando la mejilla en su regazo, sobándose contra él como si fuera la más suave de las almohadas-Y todo este acting es solo para darse la excusa de que se resistió, o al menos lo intentó.
Cualquier respuesta coherente que Lewis podría haber dado se diluyó en su mente ante la imagen de esos ojos verdes mirándolo con adoración. Podía sentir toda la sangre fluir al sur de su cuerpo, a su miembro completamente ajeno al lugar tan público en el que se encontraba y que en pocos minutos se llenaría de estudiantes.
-Así que se lo pongo fácil, usted es el profesor decente e intachable que intentó mantener a raya al estudiante caliente por usted, pero lamentablemente perdió la batalla, una muy ardua batalla.
Se burló el menor estirando los labios como un pato, esa facilidad suya para encontrar el humor mientras se frotaba contra el pene de otro hombre irritaba a Lewis de sobremanera. Llevó el puño a los rizos castaños de Franco, obligándolo a erguir el cuello para mirarlo, haciéndole jadear en el proceso.
-Pendejo insolente-los labios carnosos del menor se abrieron en un suspiro cargado de deseo y Lewis solo pudo pensar en lo mucho que quería tener esa boca ocupada.
Entonces así lo hizo. Le escupió directamente en la boca abierta, mirándolo en todo momento con desprecio para ser recibido con un estremecimiento de ese cuerpo delgado y sus ojos verdes, suplicante, amenazando con derramar lágrimas.
-Tiene diez minutos antes de que se termine el receso, usted verá lo que quiere hacer con ese tiempo.
Le soltó el cabello con fuerza y una parte oscura y retorcida en Lewis disfrutó de ver a ese chico usualmente relajado y de carácter coqueto completamente entregado a él y a lo que quisiera darle.
-Solo eso necesito para atragantarme con sus hijos, profesor.
Lewis se reclino en la silla, estirando las piernas hasta donde el pantalón le permitia para que Franco se ubicara más cómodamente entre ellas y rápidamente le bajó la ropa pero sin sacarsela por completo, conciente del poco tiempo que disponían. Franco dejo caer sobre la gorda cabeza un hilo de saliva para facilitarse el trabajo de complacer a su profesor y una vez que tomó la erección en una mano comenzo a bombearla hasta que logró erguirla en toda su imponente magnitud.
-Yo sabía que era grande-murmuro para sí mismo.
Lewis volvió a tomarle del cabello, está vez con más suavidad para hacer que lo mirara y se quedó momentáneamente embelesado con la visión de ese chico entre sus piernas, su rostro atravesado por su propio miembro erguido orgullosamente, reclamando atención.
-¿Qué le dije de hablar en clases Colapinto?
El mencionado se humedecío los labios y se úbico justo sobre su regazo, sus intensos ojos verdes parecían arder.
-Perdón, profesor Hamilton-dijo jadeando sobre la húmeda cabeza para después cubrirla con la lengua.
Franco no dejo de mirar su rostro mientras daba largas y lentas lamidas en el glande con la parte plana en su lengua y presionaba con la punta el orificio, saboreando el líquido preseminal. Lewis tampoco pudo apartar la vista del espectáculo así que descanso su palma pesada sobre sus suaves rizos, usándolo como su punto de apoyo e indicándole que profundizará el contacto. Y su estudiante lo complació.
Se lo llevó a la boca y engulló la mitad mientras el resto que aún no podía abarcar lo estimulaba con la mano en movimientos acompasados. Lewis jadeo en cuanto esa aterciopelada humedad lo enfundó y Franco, gimiendo encantado comenzó a moverse de arriba abajo, despacio al principio pero rápidamente tomando más velocidad.
-Su boca Colapinto...-Lewis le peino el cabello para atrás en un gesto cariñoso-es de los dioses.
Una lágrima rodó por la mejilla del argentino y con solo esa simple frase de motivación empujó más contra el pene en su boca, relajando la garganta en cuanto la cabeza inferior de Lewis comenzo a golpearle la uvula y provocar que su boca se llenara de saliva, gemidos roncos y el sonido remanente de arcadas impactando directamente en el autocontrol del mayor, haciéndole cerrar los ojos mientras empujaba gentilmente contra Franco, cuidando de no ahogarlo más de lo necesario.
El amplio salón de clases hacia retumbar los sonidos húmedos, las puertas firmemente cerradas impidiendo cualquier mínimo indicio de lo que pasaba en el interior escapar al exterior. Franco movió la mano más rápidamente en parte del tronco, necesitando sentir a su profesor explotar en su boca y este procedió a seguir alabandolo, tocando una sensibilidad particular que destrozaba a su estudiante.
-Si... Así Colapinto. Usted es el mejor en esto.
El menor frotó sus muslos entre sí, zizeando de la incomodidad que le generaba la ajustada ropa interior en su estrangulado miembro pero el placer de complacer quien le doblaba la edad siendo mucho más fuerte. Franco no podía dejar de mirar ese rostro tan masculino, moreno e increíblemente apuesto disfrutando de las atenciones que le proporcionaba, las venas en su cuello marcandose de tal manera que hacia resaltar los tatuajes que el menor quería trazar con la lengua. De solo pensar en explorar los secretos que escondia su profesor bajo la ropa casi le hacía olvidar que estaba haciendole un pete en la universidad, a pocos metros de sus compañeros que seguro esperaban el timbre que indicaría el inicio de clases para entrar al salón, y descubrir lo que estaban haciendo...
-Demuestreme que tanto soy su profesor favorito, Colapinto.
La voz ronca del Lewis le regreso a la realidad sin embargo no dejó que la fantasía muriera, al menos no en su cabeza. Imaginandose las miradas de asombro en sus compañeros cerró los labios en el glande de Lewis, ahuecando las mejillas para chupar con fuerza mientras su mano se movía frenéticamente sobre el tronco, llevándolo al límite como era su costumbre pero ahora de forma mucho más placentera.
El hombre mayor arqueó la espalda y en un gemido mudo se dejó ir dentro de la boca de su estudiante, forzando a Franco respirar por la nariz mientras chorro tras chorro de semen le golpeaba la lengua y él se encargaba de empujar a su garganta. Sin ningún tipo de pudor o vergüenza el menor jadeo mientras tragaba, disfrutando el éxtasis de Lewis como propio y no se detuvo de succionar la punta del miembro hasta que lo dejo completamente descargado, hasta la última gota.
Con los párpados pesados y la respiración agitada Lewis observó como Franco usaba su otra mano libre para limpiar el miembro flácido de la saliva que lo cubría, procediendo a guardarlo dentro de la ropa y dejando un beso en su bajo vientre mientras le abrochaba los pantalones.
-Despues de su clase, vaya al gimnasio de la universidad -dijo Franco con la voz ronca, arruinada del reciente uso-en el depósito donde se guardan las colchonetas y las pelotas. Yo tengo la llave.
El menor de los dos se puso de pie y dándole la espalda se bajó sutilmente los pantalones, mostrando las tiras elásticas de lo que obviamente era un suspensorio y el inicio de la línea de sus glúteos redondos. Lewis creía que podía volver a ponerse duro solo por esa escena.
-Lo voy a estar esperando.
Y sin más lo vió llevarse un chicle de menta a la boca, la expresión completamente serena y el cuerpo relajado mientras caminaba hasta su pupitre en el fondo del salón. En cuanto se dejo caer en su lugar el timbre del fin del receso sonó y como si de una película a camara rápida se tratara Lewis vió a sus estudiantes llenar su clase de una sola vez, saludando y charlando entre ellos completamente ignorantes de lo que hace escasos minutos acababa de pasar.
Y Franco, su Franco. Rodeado de los amigos con los que siempre estaba de aquí para allá le miraba intensamente, el deseo brotando de él como una nebulosa cósmica. Lewis nunca deseo tanto llegar al final de su jornada.
Chapter 2: Día 2:Lengerie(Alex&Franco)
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Kinktober Día 2: Lingerie
Alex Albon&Franco Colapinto
El segundo teléfono de Franco
Alex sabía que Franco tenía mas de un teléfono, era imposible que su uso diario fuera de menos de 3 horas cuando se lo encontraba espiando el celular entre reuniones y riéndole a la nada, el rostro sonrojado y los dientes perlados asomando de una sonrisa amplia y traviesa.
Así que como el chismoso profesional que era se dispuso a descubrirlo, lo cual no fue muy difícil porque a los pocos días de emitido ese team Torque dónde lo expusieron como cronicamente online Franco caminaba fuera de la sala de ingenieros con su inseparable mate en una mano, su celular en otro y en una de las mesas de computadoras un único y abandonado celular reposaba solo y desbloqueado, o al menos eso le indico el brillo de la pantalla.
Con la precision de un felino pero no así con la misma elegancia se arrojó dentro de la habitación, capturando el aparato y asegurandose que el cristal estuviera en contacto con su piel para no bloquearse.
-¿Alex? ¿Necesitas algo?
Alex se giro demasiado rápido para ser casual y el ingeniero de carreras de Franco lo miró con una mueca entre intrigada y divertida.
-¡Jego! No te había visto, me asustaste.
-Perdón, vine solamente a apagar mi computadora. ¿Vos?
Alex elevó la mano que tenía el teléfono a la altura de su cara, mostrando de forma calculada solo las cámaras.
-Franco se dejó su teléfono, solo se lo estoy alcanzando.
-Ah, genial. Mándale un saludo de mi parte, nos vemos mañana.
-¡Que descanses!
Se despidió con un saludo al aire y de forma poco disimulada, casi bordeando lo sospechoso camino hasta la oficina que solía usar cuando iba a la fábrica y de la que realmente no tenía un uso particular salvó dejar su mochila y sus pertenencias mientras trabajaba. Ahora le caía justo como anillo al dedo.
En cuanto la puerta se cerró a su espalda y lo recibieron la imagen familiar de su espacio particular y el perfume de ambiente se permitió respirar un poco. Con lo distraído que Franco solía ser dudaba que se daría cuenta en el momento lo que se había dejado atrás, pero si le daba el uso que Alex creía no demoraría en regresar por el aparato o pedir a alguien que se lo guardara. Tenía que actuar rápido.
-Le saco foto al tiempo de uso de pantalla y listo.
Un par de toques aquí y allá y ya tenía la información que quería ¡Diez horas de uso de pantalla! Y después tenía el tupé de reírse de él. Rápidamente sacó su celular de su bolsillo y tomo la prueba que necesitaba.
Con su curiosidad saciada no veía sentido en seguir husmeando en el aparato por lo que se dispuso a bloquearlo con la intención de eventualmente regresarselo a su dueño, pero como si de un guión predecible de una mala película se tratara una alarma destello en la barra de notificaciones, un recuerdo de una foto de hace un año. Si hubiera sido la típica imagen de Franco sonriendo en primera plana o posando sin camiseta para mostrar sus abdominales Alex probablemente lo habría ignorado, pero incluso en el minúsculo cuadrado de la notificación noto un pequeño destello rosa que asociaba más a encontrarlo en una chica que en un hombre.
Y siendo Alex Albon más chusma que persona no dudo en abrir la notificación, flasheando ante sus ojos la fotografía de Franco desde la cadera hacia arriba, su torso blanquecino perfectamente depilado exhibiendo un pequeño corpiño de encaje rosa, ajustado de tal forma que sus pectorales llenaban perfectamente la tela, y apareciendo apenas en la imagen se veía la tira fina de la parte inferior que hacía juego.
-¿Qué?
Cuando retrocedió al menú de la galería de fotos las miniaturas que vio fueron suficientes para dejarle pálido y con la boca abierta, cualquier palabra o comentario que se le cruzará por la cabeza en completa desconexión con su voz.
No eran una, ni dos, o diez. Eran cientos, CIENTOS, de fotos del mismo calibre; Franco semidesnudo usando ropa interior de mujer, Franco con la camiseta de Williams sentado de rodillas sobre una cama dándole la espalda a un espejo que inmortalizaba su culo redondo calzado en la tanga azul más pequeña y escandalosa que hubiera visto. Había fotos incluso peores porque parecian haber sido tomadas entre fines de semana de carrera. Una en específico que le llamó la atención lo tenía a él como protagonista obviamente, el mono ignífugo blanco apoyado apenas en sus muslos para que las tiras del colaless blanco surgieran entre la tela adornado con moños blancos a los costados, tan delicados que contrastaban completamente con la habitación de paneles color hueso del garage de Williams.
Eso era, claramente, algún tipo de fetiche. Y Alex ya no tuvo suficiente valor para aventurarse más abajo de la cámara, temeroso de lo que encontraría.
-Dios... Franco.
El chico parlanchín y risueño que se cruzaba de vez en cuando en sus días de academia y que ahora llamaba compañero por las últimas fechas de la temporada 2024. El que parecía tener un talento innato para las cámaras y el coqueteo tenía un secreto demasiado interesante.
Lo primero que hizo en cuanto salió de su estupor, mucho antes que avisar a Franco que tenía su teléfono como correspondía, fue llamar a la única persona que podía confiarle este descubrimiento.
-¿Alex?
-George. No te imaginas lo que tengo para contarte.
Chapter 3: Dia 3: Pregnancy (Pierre/Franco)
Notes:
Está historia fue de las que más me costó terminar porque físicamente no podía parar de escribir, las ideas me seguían llegando jjjj lo tuve que cortar para que no quedara tan largo y aún así me dejó con esa sensación de querer desarrollar más este au, quizás algún día lo haga quien sabe
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Kinktober Día 3: Pregnancy
Pierre Gasly/Franco Colapinto
Breve mención Flavio Briatore/Franco Colapinto
Trigger warning ⚠️: genitales ambiguos, no me decidia por ninguna de las dos opciones así que lo deje a libre interpretación del lector.
Al Filo
La mirada de Franco estaba perdida en la imagen al otro lado de la ventana, en las olas que rompían de forma exquisita en la costa siciliana iluminada por el sol dorado de la mañana. El cordón de lujosas edificaciones bordeaba el punto donde la playa y el mar se fusionaban, algunos yates cruzaban de ves en cuando frente al hogar de Franco quien deseo, por unos segundos, estar en cualquiera de esos yates relajandose en el sol y completamente libre de responsabilidades, pero desafortunadamente esa no era la vida que le tocaría experimentar en un futuro cercano, o quizás nunca.
-Voy a volver en unos tres meses-dijo su esposo parándose enfrente de él-Espero recibir buenas noticias antes de eso.
Esa última frase podía sonar indiferente, como un comentario al azar. Pero Franco podía identificar perfectamente la amenaza velada en sus palabras, le hizo observar a Flavio con ojos inseguros y una sonrisa estrangulada.
Su esposo esperaba de él un niño que en un año me matrimonio aún no llegaba.
-Deseo y pido a Dios por lo mismo, señor-respondió él, la voz proyectando una firmeza que rogaba sonara real.
Flavio le acaricio el cabello en su coronilla con una mano de la misma forma en que un dueño se despide de una mascota y procedió a dirigirse al jefe de seguridad de la casona. Dando las mismas órdenes que impartía cada vez que se ausentaba.
"Mantén la seguridad en todas las entradas"
"Pedí al jefe de la policía todos los registros de los extranjeros que hayan entrado a la isla está semana"
"Busquen las amenazas, neutralizenlas y eliminen cualquier rastro"
"El chico no puede andar por la ciudad solo"
"Quiero a Pierre siguiéndolo como su sombra"
Se mordió los labios tragándose la bilis que le trepaga por la garganta. Chico. Niño. Él. Franco si se encontraba de un humor particularmente bueno. Pero nunca se refería a él como su esposo o siquiera con algún apodo afectuoso, Franco estaba seguro que Flavio lo veía igual que una vasija costosa o un reloj de colección, solo un objeto para usar ocasionalmente mientras que el resto del tiempo lo abandonaba en una vitrina para acumular polvo.
Había pagado por la mano de Franco después de todo.
Habiendo nacido con la capacidad de concebir Franco siempre fue conciente de que su vida nunca sería como la del resto. Los chicos con su misma condición eran valuados y muy escasos por lo que no era extraño que terminaran en matrimonios concertados. Lo que le diferenciaba del resto era que su familia había decidido venderlo a un capo de la mafia italiana de entre todos los candidatos.
Y usaba la palabra venderlo porque así se le fue informado, una vez que Flavio pagó por él lo sacó de Argentina y le informó sin una pizca de tacto que nunca más volvería a ver a su familia. Ya no era un Colapinto, ahora pertenecía a la casa Briatore y si deseaba que sus seres queridos que había dejado atrás vivieran vidas largas y felices no los buscaría ni les contactaría a menos que deseara volverlos objetivos de los enemigos de su esposo.
Entre lágrimas amargas y una desolación que le quemaba el pecho juró obedecer.
En silencio observó como la seguridad personal de su esposo lo escoltaba a su vehículo negro y sin siquiera dedicarle una última mirada se retiró con la misma velocidad en la que llegó la noche anterior. Los empleados de la casa y los guardaespaldas despidiendolo con saludos cortos, exacerbados de respeto.
-Pierre...
-¿Si, señor?-respondio él en voz baja, Franco no recordaba haberlo tenido a su espalda. Pero después de todo, Pierre era prácticamente su fantasma.
-Me voy a la cama, me duele la cabeza. Qué nadie me moleste.
El francés asintió con la cabeza y Franco se perdió en los pasillos de la casa, el alma cansada y el corazón pesado. Ya no aguantaba más.
§§§§§
Pierre
tu café está listo
¿Puedes venir a buscarlo? ¿Las mucamas están limpiando las habitaciones del señor Briatore y yo estoy sola aquí.
Pierre hizo una mueca a su teléfono y procedió a guardarlo en su bolsillo, sintiéndose momentáneamente exasperado.
Usualmente llamaría a otro compañero para que lo cubriera vigilando el pasillo de las habitaciones de Franco mientras él se ausentaba, pero debido a las recientes amenazas que su jefe había recibido y el dato de la presencia de sicarios con pasaportes de turistas en la isla todo el personal armado de la casa se encontraba en el exterior, tanto en los alrededores de la casa como en la ciudad recaudando información por lo que él era el único guardaespaldas disponible. Se debatió internamente si abandonar su posición por unos minutos o permanecer allí hasta que sus compañeros regresaran, sopesando la perspectiva de que quizás ellos tardarían en completar sus rondas y él ya sentía el peso de 24 horas despierto en el cuerpo.
Era lo común con o sin amenaza de por medio. Cuando el señor Briatore estaba en casa, nadie dormía.
Voy
Salió disparado por las escaleras con la velocidad de una gazela, recordándose una y otra vez que solo iba a demorar unos minutos. Que Franco estaba dormido y las ventanas y paredes de su habitación estaban diseñadas para resistir disparos, si es que alguien era lo suficientemente estúpido como para disparar a la mansión de un mafioso.
Atravesó una sala atestada de cuadros y esculturas más viejas que su propio dueño hasta llegar a la cocina donde una mujer revolviendo unas sartenes le daba la espalda, la taza humeante descansado tentadora en la isla de mármol.
El francés le dió un trago largo, bajandose casi la mitad de una sola vez. El líquido caliente le quemó la garganta.
-Esta caliente-dijo la mujer, aún sin mírarlo.
-Gracias por la información-respondió sarcásticamente pero sin malicia.
Soportando el ardor Pierre se llevó la taza a los labios por última vez, consumiendo el café como si la vida se le fuera en ello. Y quizás así sería porque la orden era ser la sombra de Franco, no había una cantidad exacta de horas ni días, solo la obligación de no separarse del joven esposo de su jefe.
Ese chico que era incluso menor que él y que miraba las ventanas con ojos tristes. Le recordaba mucho a los pájaros que se les cortaban las alas y los mantenían enjaulados, alejados de forma indefinida de la libertad de los cielos, Pierre sentía mucha pena por él.
-Gracias.
Una vez concluido su frugal desayuno se regresó con la misma urgencia al camino por el que vino, ocasionalmente cruzando a alguna de las empleadas de la casa en medio de sus labores. Estaban todas tensas y nerviosas, como hormigas alborotadas que aún intentan caminar siguiendo la misma línea de sus compañeras. Era la primera vez que la integridad del hogar Briatore se veía amenazado y decir que nadie del personal estaba preparado para algo así con excepción de la seguridad sería una obviedad.
En cuanto llegó a la puerta que sería su única compañía por las próximas horas no pudo evitar obedecer a la voz en su cerebro que lo urgía a comprobar que todo estuviera realmente como lo había dejado. Y la primera alarma de alerta trinó en sus tímpanos.
Apenas palpo el picaporte de la puerta no lo sintió tan firme como cuando alguien le ponía el seguro. Franco tenía la costumbre de encerrarse en su cuarto siempre con seguro, giró la perilla y con facilidad la puerta cedió ante el empuje. La iluminación natural salpicaba una cama de sábanas de satín sedosas y desechas por el uso, sobre ella varias prendas de ropa se encontraban desperdigadas sin cuidado, los armarios estaban abiertos de par en par, los cajones desordenados y a medio abrir y el dueño de la habitación completamente ausente.
-¿Señor?-dijo en voz alta, imaginando con cierta esperanza que quizás se encontraba en el baño.
Cuando la única respuesta que obtuvo fue el silencio se dirigió al lugar abriendo la puerta de par en par. Completamente vacío e inmaculado, Franco no había puesto un pie allí.
-¡Franco!
Nuevamente silencio, busco con la mirada las esquinas del techo donde las cámaras espías estaban dispuestas y maldijo en silencio. La noche anterior las cámaras de la casa habían sido desactivadas por la interferencia de una señal extraña que solo podía significar el ataque de algún tipo de hacker.
¿Acaso Franco lo sabía?
-Mierda.
No concedió un segundo más cuando atravesó la habitación casi eyectado, tratando de descifrar a dónde podría haber huido el chico en tan corto tiempo. Su primera opción fue el garage en el subsuelo de la casa donde su jefe guardaba sus autos de colección, aparte del enorme portón automático existía una salida de emergencia que lo enviaría directamente a la playa y de ahí, a cualquier lugar en la ciudad atestada de asesinos enviados exclusivamente por sangre Briatore. Si ellos le ponían una mano encima...
Apuró el paso incluso si le ardían los pulmones y su propio aliento le quemaba la garganta, el subsuelo era uno de los espacios más alejados de la casa y que probablemente no tendría ningún tipo de presencia dadas las condiciones de seguridad en la casa. Franco seria libre de huir como nunca antes tuviera la oportunidad.
Ese mocoso... En otras circunstancias Pierre podría admirar su valor.
Jadeando se úbico enfrente de la larga fila de vehículos que, en cuanto grito "luz" la iluminación del techo les hizo brillar de forma resplandeciente. Pierre los recorrió con lentitud, buscando algún detalle, cualquier cosa, así fuera mínima, que le indicará que Franco no había podido huir aún porque no tenía acceso al código que abría la puerta de emergencia, o al menos eso rogaba.
-Ahí estas-murmuro, y camino con la tranquilidad de un hombre que no perdería la cabeza por no hacer su trabajo.
El auto de Franco, obsequiado por Flavio, se guardaba junto con el resto de la colección. No podía recordar la última vez que había visto al argentino usarlo, pero si recordaba lo mucho que disfrutaba hacerlo ronronear y tomar los caminos sinuosos con una velocidad que podría enviar a su esposo a la tumba. Abrió la puerta del acompañante sin seguro y se úbico junto al chico que aparentemente había abandonado la tarea de esconderse y ahora miraba algún punto fijo en el vacío, abrazando la mochila en sus brazos como si pudiera fundirla contra su pecho.
-Cambiaron la clave de la puerta de salida-musito sin mirarlo.
-Se cambió todo durante la madrugada.
Pierre lo observo fijamente, frunciendo el entrecejo. Él realmente sabia la clave anterior, habría escapado sin ningún problema.
-¿Vas a contarle a mi esposo lo que quise hacer?
-Es mi trabajo señor.
Franco no dijo nada por un par de segundos y eventualmente rompió en risas, secas, sin humor, que disimulaban muy mal el sollozo.
-Él va a matarme.
-Él no lo haría-dijo en un intento de consolarlo pero la inseguridad en su voz decía más que cualquier palabra.
-No soy estúpido Pierre. Ya lo oíste antes, él quiere un hijo, y yo no estoy embarazado, dudo poder estarlo alguna vez.
Una lágrima amarga le recorrió la mejilla colorada de emociones contenidas. El miedo, la incertidumbre, la bronca. Todo bullía dentro de él de tal manera que le hacía temblar.
-Franco... Si puedo llamarte así-el menor asintió-sos joven aún, y Flavio goza de muy buena salud. En algún momento seguro...
-¡Él no puede!-grito desesperado. La mirada de Pierre se tornó triste y la de Franco, desolada-¡Flavio ya no puede tener hijos! ¡Pero es un hijo de puta egoísta y prefiere culparme a mí en vez de aceptar que sin importan quien sea. Yo, otro chico, una mujer. Él no puede hacerle un hijo a nadie!
Franco golpeó el manubrio. Una. Dos. Tres veces, hasta que la cara se le puso húmeda y los ojos rojos.
-Me compró como una yegua de cría, antes de poner un solo centavo en el bolsillo de mis padres me hizo examinar de arriba abajo ¡Porque obviamente Flavio Briatore jamás compraría un bien defectuoso! Él sabe que soy fértil, que puedo tener bebés, ¡Él es el problema!
Histérico, Franco quiso volver a pegarle al manubrio solo para ser detenido por Pierre, quien tenia el cuerpo completamente volteado en su dirección. El menor tironeo de su brazo pero el agarre de su guardaespaldas era firme por lo que, molesto, comenzó a golpearle el pecho.
-¡Soltame!
-Vas a lastimarte si seguís así.
-¿Acaso te importa?-contesto ácido, aún forcejeando por liberarse-No le importo ni a mis padres. Dudo que le importe a alguien que le pagan por vigilarme.
-Sos mi trabajo, y mi obligación-respondio solemne, pero seguidamente habló en un tono de voz bajo y dulce-pero eso no quiere decir que no me preocupe por vos. Sos un ser humano Franco, no sos un animal, ni un objeto.
Franco lo miró a través de sus pestañas húmedas enmarcando unos ojos rojos que reflejaban mucho para tan corta edad. Se dejó caer contra el torso de Pierre y silenciosamente sus manos se aferraron al saco negro de vestir, presionando la tela en sus puños mientras ocultaba el rostro en la camisa blanca. Pierre lo rodeo con los brazos, desconcertado pero comprensivo de todas formas, reprochandose el cruzar la línea profesional con el jóven esposo de su jefe mientras susurraba palabras reconfortantes contra su cabello sedoso.
-Él ni siquiera me hace el amor...
El argentino ladeó el rostro para descansar la mejilla en la mancha húmeda que acababa de realizar, permitiendo a Pierre poder ver su rostro a detalle. Tenía el labio superior enrollado dentro del inferior, los párpados y las mejillas enrojecidas. Incluso en su tristeza Pierre no pudo evitar admirar su belleza, y lo dolorosamente jóven que era en comparación a Flavio.
-Solamente... Me pone de espaldas y... y-sus mejillas quemaban contra la piel cubierta del mayor, pero Franco parecía incapaz de detenerse-... Apenas me toca. Y termina. Y se va a su cuarto. Me hace sentir sucio... Y feo.
-No sos feo, para nada.
Pierre creyó ver la sombra de una sonrisa iluminando ligeramente el rostro de Franco.
-Se que no. Pero es lo que él me hace sentir.
-Si puedo darte un consejo, no le dejes ganarte, ni meterse en tu cabeza para arruinarte. Aguantaste un año aquí, sos fuerte, más fuerte de lo que crees.
-Gracias Pierre. Es la primera vez en bastante tiempo que alguien me habla así.
-¿Así como?-cuestionó mientras Franco finalmente se separaba de él, sentandose erguido en el asiento del conductor, algo de la tensión en su cuerpo parecía haberse desvanecido.
-Con respeto. Aquí todos me tratan como si fuera un pendejo tonto que tiene sus días contados.
Pierre no dijo nada ante eso. Él sabía muy bien que lo que el menor sentía era exactamente la realidad.
-Vamos arriba antes de que Oliver y los otros lleguen y los dos nos metamos en problemas.
Franco lo vió con los ojos muy abiertos mientras descendencia del auto para seguidamente imitarlo, olvidando la mochila desbordada de ropa dentro del vehículo.
-¿No vas a contarle que yo...?
Antes de que Franco pudiera seguir las luces blancas en el techo se tornaron de un profundo rojo, un pitido potente y continúo trinó por toda la casa y para cuando Pierre se úbico junto a él el estruendo de una explosión hizo temblar el piso.
-¡Pierre!
Una segunda explosión, mucho más cerca, les hizo trastabillar a los dos. El mencionado tomó a Franco de los hombros, protegiéndolo con su cuerpo y brindadole estabilidad para mantenerse de pie. Él le rodeo la cintura con desesperación, pegandose a su cuerpo y buscando con la mirada el origen del ataque.
-¡Es el portón!-señalo Franco-¡Quieren entrar por ahí!
El más alto de los dos hombres siguió con la vista el lugar señalado por el más bajo, y efectivamente, el sonido del metal grueso del portón eléctrico siendo forzado por el exterior le confirmó que se encontraban bajo ataque, y ellos estaban en la línea de fuego. Afortunadamente para ambos, era quizás el mejor lugar en la casa para estar.
-¡Vamos Franco!
Tirando de su cuerpo menudo y tembloroso Pierre lo arrastró con él hacia la pared en su costado izquierdo y tanteando una vitrina donde se exhibían fotos antiguas Franco lo observo tirar del mueble, abriéndose para ellos una puerta secreta totalmente desconocida para el más joven.
Pierre los empujó a ambos dentro, la vitrina a sus espaldas cerrándose por si sola para dejar atrás el incesante sonido de golpes y una tercera explosión que hizo vibrar las paredes. Pierre aprisionó el cuerpo de Franco con el suyo propio y la pared, apretándolo a tal punto que ambos podían sentir perfectamente el latir desbocado de sus corazones y sus respiraciones aceleradas, Pierre con toda la intención de ejercer de escudo humano por si alguien acababa por descubrirlos.
Franco escondió el rostro una vez más en el pecho de Pierre, abrazándolo con fuerza. El aroma de perfume masculino y sudor penetrando sus fosas nasales casi al instante, calmando el miedo desgarradoramente helado que sentía, recordándole que no estaba solo. Qué había alguien en todo ese mundo que aún estaba para él, incluso si solo era trabajo, o una obligación, Pierre era su compañía constante desde que cayó en las garras del mafioso de su marido y durante un año entero había velado por su seguridad como nadie. Los otros empleados de la casa se ocupaban de mantenerlo vivo pero siempre alejados y reacios a su presencia, solo su guardaespaldas parecía realmente verlo. No al pequeño esposo trofeo de Flavio Briatore. A él, a Franco, al chico de veinte años que anhelaba la libertad.
Le rodeó con mucha más fuerza si es que aún era posible, y Pierre le correspondío.
-Tranquilo, no voy a dejar que nada te pase.
Franco sonrió de forma genuina por primera vez en el día, y quizás en mucho tiempo. Y aunque la amenaza de la muerte pendía sobre su cabeza, al menos no estaría solo.
Permanecieron así por un buen rato, abrazados y ajenos a cualquier forma de distancia. Las gruesas paredes de la habitación evitando que cualquier sonido del exterior llegará a ellos, la alarma ya no sonaba pero la luz roja seguía parpadeando indicando aún un estado de peligro. Pierre acarició inconscientemente el cabello de Franco, su prioridad de mantenerlo tranquilo súperponiéndose a su impulso anterior de dar su vida por él. Ya pasada la impresión del ataque inicial podía pensar con claridad nuevamente.
-Esta es una habitación del panico, una vez abierta nadie puede entrar por fuera. Solo nosotros podemos abrirla.
-¿Cuánto... Cuánto vamos a estar aquí?
-Lo que haga falta-Pierre le tomó del menton para mirarlo a la cara, buscando alguna herida o signo de dolor-se que hay comida de emergencia y ropa suficiente, nos podemos esconder aquí hasta que los demás lleguen, si es que no han llegado ya.
Franco se mordió el labio inferior, la vergüenza apoderándose de su mente al ser consciente de la cercanía con Pierre y como sus ojos azules le recorrían entero. El francés era apenas unos cuantos años mayor que él, y si bien siempre supo que era un hombre guapo tenerlo tan cerca era como un bofetazo de realidad, recordandole las miradas disimuladas que le echaba a veces. A la barba castaña que remarcaba la forma fuerte de su mandíbula y sus pomulos, su cuello musculoso, su gesto serio que se transformaba con apenas el tirón de sus comisuras. Y su risa, Franco la había escuchado muy pocas veces pero la recordaba perfectamente, te invitaba a reírte con él, a compartir su felicidad.
Franco extrañaba reír. Y haciendo memoria, las pocas veces que había reído en ese año siempre fueron en compañía de Pierre.
-Oliver dice que el sistema de seguridad actuó rápido, la casa está sellada-susurro el frances con la mirada en su celular, Franco no recordaba haberlo visto siquiera quitar una mano de él-Los que nos atacaron huyeron, los están persiguiendo con algunos policías. Él nos dará la orden de cuando salir.
-Gracias Pierre-respondio Franco, respirando con cierta dificultad.
-Estas colorado-Pierre le tomó del menton una vez más, obligandole a mirarlo-¿Estás bien?
Abrió la boca encontrandose completamente desprovisto de palabras para responder, sus ojos tímidos pero anhelantes miraron a Pierre con una intensidad desconocida para él, desconcertandolo. Y antes de que pudiera alejarse o volver a hablar Franco se paró de puntillas y junto sus labios contra los del francés.
Estaba jugandose su vida, su supervivencia. Pierre era su guardaespaldas pero sobre todas las cosas respondia a su esposo, un hombre que bien podria matarlos a los dos por esto. Pero si de todas formas iba a morir, ya sea por infiel o por no poder darle un hijo a la familia Briatore al menos no lo haría con arrepentimientos.
Pierre no se alejó pero tampoco le correspondío, permaneció inmóvil, pasmado, con un brazo en la espalda de Franco y la otra impavida al costado. El argentino se separó de él con un sonido húmedo, pasando de rodearle la espalda a subir sus manos hacia sus hombros para estabilidad.
-¿Por qué?
-Voy a morir de todas formas-murmuro el argentino-si no es por los enemigos de Flavio hoy será por él mismo porque no estoy embarazado. Así que... Quiero hacer lo único que realmente deseo hacer antes de eso.
-No... No puedo...
Franco pasó a besarle con dulzura la nuez de Adán, arrastrando los labios contra su barba incipiente de un par de días sin afeitar, haciendo a Pierre suspirar.
-Por favor Pierre. Aunque sea solo una vez...
Dejó un último beso en su mandíbula para mirarle a los ojos una vez más, suplicante, deseoso. Ardiendo por dentro de algo que realmente nunca había experimentado, su respiración profunda a la vez que el francés le acariciaba la curva de su espalda baja.
Pierre pensó en cien y un motivos para negarse, para simplemente separarse del pecado que era el cuerpo de ese hombre y garantizarse un día más de vida. Pero ni siquiera eso era suficiente para darle algo de voluntad, era un hombre débil, muy débil si se trataba de un argentino que se escondía en su pecho y lo miraba como si fuera el mayor objeto de su deseo.
-Por dios Franco-dijo ahuecando la mejilla del chico en su mano, quien en respuesta se recostó en su toque. Derrumbandolo.
Él no era para nada fuerte.
Junto sus bocas nuevamente con una urgencia que dolía, Franco gimió en sus labios y tiró con fuerza de sus hombros, necesitando sentir cada centímetro de él. Pierre tampoco se quedó atrás, le comió la boca con una voracidad que hasta ese momento le era desconocida, saboreando la dulzura de sus suaves gemidos mientras empujaba uno de sus muslos entre las piernas de Franco, estimulandolo a separarlas para él. Y cuando lo hizo se ubico rápidamente entre ellas, tomándolo de la cintura para tirar de él hacia arriba a lo que Franco correspondío rodeando a Pierre con las piernas.
-Te necesito... Te necesito tanto...
Pierre lo silenció metiendo la lengua en su boca abarcando tanto espacio como podía permitirse, acariciando la lengua del menor y haciéndolo acariciarle también, compartiendo el regusto de la saliva y sus respiraciones aceleradas.
Se besaron sin cuidado, con una urgencia que solo podía explicarse por el fuerte anhelo que sentían el uno por el otro. Con los ojos firmemente cerrados Franco se dejó dominar por el francés a su antojo, disfrutando de las manos que ahora le tomaban de los glúteos y como le atrapaba la lengua entre los dientes, para después succionarla dentro de su boca, haciéndole gemir como nadie.
Cuando finalmente se despegaron de la pared Franco se preguntó muy superficialmente a dónde le estaban llevando. Su duda fue rápidamente respondida cuando la superficie blanda y extremadamente suave de una cama les acogió, Pierre desenredo los brazos de Franco de su cuello y se alejo de él, haciendo al menor perseguir su beso, hambriento de más.
Se irguió entre las piernas de Franco con una presencia que demandaba orden, poder. Y Franco estaba dispuesto a darle eso y más.
Se quitó el saco de vestir con paciencia, dejándola caer en algún lugar fuera de la cama para arremangarse la camisa, Franco siguiendo cada movimiento con un suspiro necesitado, deseando sentir esos brazos fuertes en su cuerpo otra vez.
-¿Puedes... Quedarte así?
-¿Por qué?-cuestionó el mayor en un jadeo, adivinando la respuesta.
-Me encanta como te queda tu uniforme de trabajo.
-¿Hace cuánto que quieres esto, Franco?-preguntó una vez más, llevando sus manos al cinturón de cuero para deslizarlo fuera de sus pantalones. Los ojos de Franco estaban tan dilatados que casi parecían negros.
-Hace muchísimo-respondio humedecidndose los labios con la lengua.
Con el pantalón colgando flojo de sus caderas Pierre se úbico encima de Franco, apoyando el peso de su cuerpo en sus rodillas y codos para no aplastarlo mientras buscaba sus labios otra vez, besándolo un poco más lento, profundo y húmedo.
-Sentí-dijo entre besos, tomando la mano de Franco para llevarla a su hinchada entrepierna-Esto es lo que me provocas, Franco.
El argentino pareció temblar de arriba abajo, ahuecando el duro miembro en su palma y acariciándolo suavemente, arrancando un zizeo de Pierre.
-No me importa si tú marido me tira en el medio del mar. Todo habrá valido la pena.
Un lloriqueo débil escapó de los labios de Franco, su corazón demasiado vulnerable y enternecido. Después de largos meses de sentirse repudiado y solo en una cama fría, las palabras de Pierre eran un bálsamo cálido para él.
Tiro de sus shorts deportivos y la ropa interior, deslizandolas por una sola de sus piernas. Su interior mojado ardiendo de deseo por el hombre encima de él.
-Por favor Pierre, no aguanto más. Haceme el amor.
Pierre reclamó sus labios a la vez que deslizaba una mano hacia el elástico de sus boxers, liberando su miembro duro que rebotó contra el muslo de Franco al ser liberado de la tela que lo extrangulaba. Jadeando, el mayor apoyo sus frentes juntas, mirando cada milímetro del rostro de Franco cuando dejó caer su pelvis suavemente contra la de él, guiando la cabeza de su pene a la entrada resbalosa del menor. Su respiración se volvió laboriosa en cuánto su glande besó el pequeño orificio empapándose de lubricante natural y finalmente empujó contra él, poco a poco, haciendo a Franco gemir en voz alta. Sus miradas ancladas entre sí, celeste y avellana fusionándose en el calor de sus cuerpos volviéndose uno.
La sensación era sublime, exquisita. Las paredes de Franco recibían a Pierre sin oponer resistencia, húmedas y perfectas para él. El miembro de Pierre llenaba el interior de Franco de forma que no había experimentado antes, estirando y abriéndose camino en él hasta llegar al fondo, hasta que los huesos de la cadera de Pierre descansaron en la cara interna de los muslos pálidos. El cuerpo entero de Franco temblaba, y Pierre rozaba su nariz respingada con la propia, incapaz de contenerse de tocar a Franco con cada parte de sí mismo.
-¿Estás bien?-cuestionó casi sin aliento. Franco asintió, acariciando la mejilla de Pierre en el movimiento.
-Estoy perfecto. Esto es perfecto-Franco le tomó del rostro con ambas manos, sus ojos centelleando como si galaxias enteras se ocultaran ahí-Vos sos perfecto. Tan perfecto para mí.
Tiro de él para besarlo con hambre, rodeandole con las piernas para que supiera que estaba listo para seguir. Pierre le correspondío el beso con el mismo deseo intenso mientras salía de él hasta la mitad y volvía a enterrarse en el. Una vez. Otra vez. Y otra vez. Y una vez más.
Sus embestidas lentas y profundas los hicieron suspirar y gemir en medio del beso, robándose el oxígeno y repartiéndolo de una boca a otra. A veces Pierre salía casi por completo y se empujaba fuerte dentro de Franco, haciéndole sobresaltar e hipar de placer. Él le mordió los labios, se los chupó, buscó su lengua con hambre para enredarla con la propia, le acariciaba las mejillas ásperas con las manos para después hacer un camino desde sus hombros firmes hasta la espalda donde arrugó la tela de su camisa blanca en sus puños. Pierre se sentía maleable y casi esclavo de su toque, quería más de él. Mucho más que este momento encerrados en un cuarto protegido los dos solos. Ya lo había probado, y dudaba de estar satisfecho de él.
-Me encantas Franco, no te das una idea cuánto.
Si es que Franco se dispuso a contestarle no lo pudo saber porque en ese momento sus embestidas pasaron del ritmo acompasado y sensual a uno más caótico y frenético, consiguiendo que la cama se meciera de atrás a adelante al compas de sus movimientos.
-¡Ah! ¡Ah! ¡Si! ¡Así Pierre!
La voz de Franco cargada de placer y urgencia era como una melodía para los oídos de Pierre, quería seguir escuchándolo hasta que el sonido se le quedará grabado en la memoria. Le sujetó de las piernas por la parte posterior de las rodillas, buscando un ángulo más cómodo para molerse en su interior con velocidad y Franco le recompensó con más gritos y palabras que denostaban su placer contra su oído. Sonrió, preso de una felicidad desconocida.
-¡Por Dios! ¡No pares! ¡No pares por favor!
Delirante de placer Franco se abrazó a Pierre como un koala, un brazo en su espalda y otro en su cabello, empujando su rostro contra su cuello dónde su aliento caliente le erizó la piel. La fricción de su ropa y la de Pierre en su piel era deliciosa, estimulando cada terminal nerviosa, sus pezones erguidos y dolorosamente duros recibiendo el peso del torso de Pierre, esas manos grandes agarrando sus piernas con fuerza, hundiendole los dedos. Todo lo que hiciera y tocará Pierre lo llevaba al borde, y su maravilloso pene le hacía tocar el cielo con las manos, podía escuchar perfectamente el sonido lascivo que generaban sus jugos con cada arremetida impetuosa y solo por eso se sentía mojarse aún más. Era solo la primera vez, pero Franco ya se creía adicto a esto. Adicto al sexo con Pierre.
-Franco... Voy a...
-Adentro... Ahh... Hacelo adentro.
Pierre se detuvo al instante ante esas palabras, retrocedió un poco para mirar a Franco a los ojos. La inseguridad y el placer ardiendo en una combinación peligrosa.
-¿Estás seguro?
Él asintió con la cabeza, mordiéndose los labios. Pierre creyó sentir que sus entrañas le succionaban y no tuvo otro remedio que seguir embistiendolo, construyendo el ritmo una vez más hasta que la respiración se le hizo acelerada y el sonido de palmadas que generaban los glúteos de Franco cuando los chocaba se hizo apasionado e incesante. Franco volvió a gritar desesperado, haciendo imposible para Pierre apartar la mirada de él.
-¡Si! ¡Si! ¡Lléname! ¡Acabame adentro!
Pierre apretó los dientes, moviéndose tan rápido que el tirón de un calambre le recorrió la columna, sintió su estómago tensarse y el interior de Franco temblar y mojarse obsenamente, llegando primero al orgasmo.
-Te... Te voy a llenar la panza con mis hijos.
-¡Por favor Pierre! ¡Por favor!
Las súplicas de Franco fueron la clave para él, el movimiento ridículo de la cama cesó en cuanto Pierre se enfundó hasta los testículos en el argentino, vaciandose en él de tal manera que le robó el aliento. Franco grito y tembló aún más debajo de él, un segundo orgasmo azotandolo solamente por tener el semen caliente de Pierre disparado directamente en la carne suave de su cuello uterino. Sonrió complacido mientras acariaba el cabello de Pierre quien, completamente exhausto dejó caer todo su peso contra él y Franco disfrutó plenamente de la sensación de su cuerpo caliente, tan masculino y grande contra el suyo, cubriendolo, arropandolo como una manta humana. Lo sabía. Lo sabía incluso antes de bajar de la nebulosa de éxtasis.
En menos de un año, habría un bebé en sus brazos.
Dos horas más tarde Oliver Oakes, el jefe de seguridad de la casa Briatore hizo sonar el teléfono de Pierre.
-Gasly. Informe.
-Oakes, sigo con el esposo del señor en la habitación del pánico. No se escuchó otro ataque al portón del garage.
-Bien, la casa va a permanecer sellada hasta que hallamos pillado al último de esos hijos de puta, los empleados tienen la orden de no salir. Igual para ustedes.
-Ok.
-¡Mgh!
-¿Qué...?
-Es el señor Franco, tiene pesadillas. Sigue algo asustado-respondio Pierre rápidamente. Su vista fue hacía el hombre desnudo encima de él y le indico con un dedo en los labios que guardara silencio.
-Pendejo cobarde. Hace lo que tengas que hacer, pero mantenelo ahí encerrado.
El francés apretó los labios, suprimiendo una sonrisa. La mano que descansaba en la cintura de Franco descendió hasta su cadera, acariciando de arriba abajo esos perfectos centímetros de piel suave y sensible a su toque.
-Si señor.
En cuanto colgó la llamada Franco dejó salir todo el aire que había estado conteniendo y Pierre pudo dedicar toda su atención nuevamente a su figura desprovista de cualquier tipo de ropa, luciendo sublime en las luces bajas de la habitación mientras lo montaba a su ritmo. El chico volvió a gemir en cuanto fue libre de moverse otra vez, ondeando sus caderas de forma circular, el miembro de Pierre completamente enterrado en él.
-¿Qué... Le pasa a ese tipo conmigo?-suspiro Franco, apoyando las manos en los muslos de Pierre para balancearse mejor.
-Oliver le ofreció la mano de su sobrino a Briatore en matrimonio. Él creyo que lo tenía todo resuelto, entonces... Uff Franco, así... Flavio apareció de un día para el otro con un bonito argentino, anunciando que lo había hecho su esposo.
Franco mordió sus labios, reprimiendo una sonrisa. Recordaba ese día a la perfección, quien le diría que un año después estaría cogiendo con su guardaespaldas personal en la casa de su marido, mientras él no se encontraba. La idea no debería excitarlo tanto como lo hacía, pero no podía evitarlo.
-Pelado desgraciado-maldijo con humor-Entonces, Gasly. Tienes una orden. No dejarme salir de aquí...
Los ojos de Pierre se oscurecieron por la lujuria, lo tomó con fuerza de la cadera para levantarlo como si no pensara nada y lo dejó caer sobre su pene erecto, arrancándole un grito.
-¡Pierre!
-Y eso es exactamente lo que voy a hacer, señor de Briatore.
Franco y Pierre no salieron de la habitación del pánico hasta que la luna se irguió en lo más alto del cielo nocturno.
§§§§§
Seis meses después Franco desayunaba en la tranquilidad de su terraza personal, era un invierno típico italiano dónde el frío no era cruel como en otros lugares de Europa y podía darse el lujo de admirar las playas vestido únicamente con su pijama y una bata de dormir afelpada, le dió un corto sorbo a su taza de te cuando una voz familiar le llamó desde dentro de la casa.
-Buenos días Franco.
-Flavio. Bienvenido a casa-dijo gentilmente, una sonrisa ligera y algo somnolienta tirando de las comisuras de sus labios. Iba a ponerse de pie para saludarlo pero el hombre mayor lo detuvo, acercandose él en su lugar.
-Sentate. No planeo molestarte mucho de todas formas.
Asintiendo, Franco volvió a acomodarse en su silla. Flavio se paró delante de él para estudiarlo con atención, una expresión por demás complacida pintándose en su rostro arrugado.
-Estas enorme.
El menor sonrió ampliamente, una mano acariciando su estómago abultado.
-Es lo que pasa cuando tienes gemelos creciendo dentro.
Flavio emitió un sonido similar a una risa, los últimos meses su buen humor había aumentado exponencialmente y no era para menos, finalmente tendría los herederos que tanto había anhelado.
-Es cierto-el hombre se giró hacia la esquina del balcón donde la figura sería y enfundada en negro de Pierre los observaba como un aguila-Gasly, buen día para vos también.
-Buenos días, señor Briatore.
-Unos socios van a venir a almorzar a la casa y van a traer a sus parejas consigo, me gustaría que nos acompañaras. Si te sientes bien por supuesto, según tu doctora has tenido algunas molestias.
Franco negó con la cabeza antes de responder.
-Solo algunos dolores de espalda, es normal. Voy a estar ahí para el mediodía.
-Perfecto. Te veo a esa hora, me voy a la ciudad a hacer unos trámites, ¿Te gustaría que te trajera algo?
-Estoy bien, gracias.
Flavio le acarició el cabello y le pellizco una mejilla, un nuevo gesto de cariño que había empezado a tener con él, para después desaparecer a paso calmo dentro de la casa, el sonido de la puerta cerrándose siguiéndole minutos después. Franco terminó su desayuno en silencio mientras el sol avanzaba poco a poco hasta lamerle la espalda con su calor, aminorando algo de la ligera molestia en su cintura. Limpió unas migas de hojaldre que habían caído en su regazo antes de girarse a Pierre quien paseaba la mirada entre su ubicación y la playa, siempre atento a él y cualquier posible amenaza.
-Ayudame a ponerme de pie por favor, Pierre.
El mencionado asintió en silencio, llegando a su lado en largos pasos. Franco se sujeto de su brazo extendido con una mano y con la otra apoyada en la mesa se puso de pie. A veces se asombraba de lo mucho que su cuerpo había cambiado y crecido en tan pocos meses, ya casi no podía verse los pies al caminar y había tenido que cambiar la totalidad de su guardarropas, toda su ropa quedándole muy corta o muy ajustada para su embarazado cuerpo. Pero eran los pequeños sacrificios que estaba más que dispuesto a tomar por una gestación tranquila, y disfrutaba cada día desde que el primer estudio le salió positivo.
-¿Quiere ir adentro?
-Si, necesito una ducha.
Se soltó del agarre del francés y camino hacia su habitación meciéndose un poco, seguro de que su guardaespaldas estaría protestando por dentro por no poder ayudarle. Pero Franco no quería sentirse inútil ni demasiado dependiente, ya suficiente era con que necesitara ayuda para levantarse de la cama y cualquier lugar donde se sentara por un tiempo prolongado.
El ínfimo trayecto al baño lo hizo con la presencia de Pierre detrás suyo, si antes él había sido como su sombra ahora era más bien una extensión de su propio ser, protegiéndolo más que nunca incluso si eso implicaba una reducción de sus horarios de descanso. Pero Flavio quería un protector para Franco disponible veinticuatro siete, y quien mejor que el guardaespaldas que tuvo la tarea de cuidarlo desde que puso un pie en esa casa. Era lo lógico, natural. Nadie le prestaba demasiada atención, no mientras Franco estuviera seguro y contento.
Por ese mismo motivo Flavio había autorizado quitar las cámaras y los micrófonos de las habitaciones de su esposo, recompensando su buen desempeño con una dosis de muy valiosa privacidad.
Al abrir la puerta las luces del cuarto de baño se iluminaron automáticamente, descubriendo una habitación espaciosa donde la tina o la ducha le esperaban para recibirlo, pero Franco solo tuvo ojos para el lavamanos a su costado. Se giró hacia Pierre quien estaba parado en el marco de la puerta, esperando, siempre esperando por él. Franco le sonrió con ese rostro angelical que tenía y le agarro de la corbata para tirar de él hacia su boca.
Pierre lo sujeto de las caderas mientras saboreada los labios jugosos de Franco, delineandolos con la lengua y chupando el inferior hasta dejarlo tan rojo como una manzana madura. El menor abrió la boca para morder los labios de Pierre, necesitando más de él.
-¿Cuando se va?-jadeo mientas tiraba su camisón de dormir al suelo.
-En una semana.
Franco hizo un sonido de reproche con la lengua, descansado la mejilla en el pecho de Pierre donde su corazón golpeaba contra su oído.
-Es mucho tiempo.
-Ya se amor-murmuro contra el cabello de Franco, dejando cortos besos en sus rulos castaños-pero después no va a volver hasta que nazcan los bebés.
Franco sonrió ante eso, rodeando la cintura de su amante para que sus estómagos se tocarán, esperando que Pierre pudiera sentir el suave movimiento en su interior. Y él, por supuesto, lo sintió.
Se distanció un poco para ahuecar su vientre redondo con sus dos manos. Observando fascinado como pequeñas patadas le surcaban las palmas, sus ojos azules eran brillantes y su sonrisa gigante, el corazón de Franco brincó en su pecho mientras lo miraba.
-Cada día se mueven más.
-Siempre que estoy con su papá se mueven así.
La sonrisa de Pierre se hizo dolorosamente grande y tomándole el rostro con ambas manos, le beso profundamente, con adoración.
-Te amo... Te amo Franco.
El mencionado sonrió en el beso, tomándolo de los hombros y tirando de él en dirección al lavamanos.
-Y yo a vos Pierre. Me haces tan feliz.
Se besaron por largos minutos, saboreando la tranquilidad y la privacidad que les proporcionaba el no ser molestados durante la mañana, Franco tenía la recomendación de su doctora de dormir y descansar lo más que pudiera sumado al ejercicio adecuado para su condición por lo que nadie se acercaba a sus habitaciones privadas hasta que él mismo pusiera un pie fuera. Y solía tener por costumbre estirar ese momento lo máximo posible.
-Pierre...-suspiro en los labios del francés cuando esté bajo sus manos desde su cintura hasta su culo, acariciándolo.
Franco llevo una mano a tantear la entrepierna de Pierre, sintiéndola crecer bajo su toque.
-Franco...
-Han pasado tres días desde la última vez que lo hicimos-le dejó un beso en la nuez de Adán antes de separarse-Te extraño.
El más joven se ubico de frente al lavamanos donde su reflejo acalorado le devolvió la vista, con algo de dificultad se bajó los pantalones exponiendo a su amante sus muslos brillantes de humedad y su entrada que se contraía y retraía alrededor de nada, necesitando ser invadido. Había leído en algunos libros que en el segundo trimestre de embarazo podría experimentar un subidon de líbido pero a este punto era ridículo lo caliente que solia estar a lo largo del día y lo rápido que se mojaba con el más mínimo roce de una tela o una específica mirada azul celeste sobre él. No podía estar un solo día sin el miembro de Pierre en algún orificio de su cuerpo, por lo que tres días sin más que un par de besos eran una absoluta tortura para él.
-Por favor Pierre, te necesito.
Y antes de que pudiera decir algo más el hombre ya se encontraba detrás suyo, tomándolo con una mano del cuello para besarlo mientras la otra se ocupaba de bajarse el cierre del pantalón y liberar su miembro por la hendidura de sus boxers. Franco arqueó la espalda todo lo que su vientre le permitió, ofreciéndose sin pudor, y Pierre se hundió en él de un fluido movimiento.
-¡Ah!
Pierre le separó las piernas con las rodillas y penetró en él con la libertad que otorgaban la privacidad y unas paredes muy gruesas, haciendo a los glúteos de Franco aplaudir cada vez que los chocaba. El argentino lo miró a través del espejo, una mano firme en su cuello y otra en su cintura para maniobrarlo a su antojo, sus cejas arrugadas y su frente perlada en sudor. Pierre encontró su mirada en el espejo y le regalo una sonrisa ladina para seguidamente darle una embestida particularmente fuerte que hizo a Franco poner los ojos en blanco.
-¡Dios, si!
-Mirate Franco... Sos hermoso.
Pierre se pegó a su espalda sin dejar de penetrarlo en ningún momento, la mano que tenía en el cuello pálido de Franco descendió a uno de sus pectorales hinchados y tan llenos que se asimilaban a los pechos de una mujer, y pellizcó en su tierno pezón haciendo humedecer la tela de su camisa con leche. Franco no duraría mucho así.
-No puedo esperar para que nazcan nuestros hijos... Así pueda embarazarte otra vez.
-¡Mmm!
Franco estaba prácticamente vibrando de placer, su cerebro completamente vacío de cualquier pensamiento coherente que no tuviera que ver con la virilidad dura golpeando una y otra vez en su interior. Pierre le mordió el oído y siguió hablando, sucio y desvergonzado.
-Eso te gustaría ¿No? Hacerme el papá de todos tus bebés mientras el viejo decrépito de tu marido piensa que son suyos.
El argentino rió ante sus palabras, encantado con lo mucho que Pierre parecía despreciar a Briatore ahora. Su risa se transformó en un jadeo roto cuando volvió a tirar de pecho, la mancha circular agrandándose y contrastando con los dedos húmedos de Pierre.
-Decilo-exhigio con la voz cortada, tan al límite como él.
-Si Pierre... Solo vos me haces sentir asi... Quiero que seas el único que... ¡Ahh! Que me embarace.
Pierre apretó los dientes, sus estocadas volviéndose cortas y erráticas. Franco se apoyó como pudo en el mármol del lavamanos siendo empujado hacia adelante como una muñeca de trapo, y dejó caer la cabeza contra el hombro de Pierre cuando su interior comenzó a tensarse y contraerse anunciando el primer orgasmo del día, anhelando que no fuera el último.
-Así amor... Así. Hacemelo como me gusta...
Con un vigor por demás salvaje el francés empujó contra él un par de veces más y culminó explotando dentro, llevándolos a ambos al estado más álgido del éxtasis. En su placer Pierre le había tomado de los pectorales presionando con tanta fuerza que largos chorros de leche le mancharón todo el torso y la parte superior de su pijama. Franco convulsióno contra él, el dolor siendo reemplazado casi al instante por el alivio de sentir sus pechos vacíos y completamente débil y satisfecho se dejó cargar por su amante como una princesa en dirección a la tina.
Pierre lo depósito con sumo cuidado en la superficie fría y comenzó a llenarla de agua caliente para él, sabiendo perfectamente que era lo que su agotado cuerpo necesitaba.
-¿Me haces compañía? Quiero que alguien me masajee la espalda.
Pierre le dejo un beso en la mejilla y se incorporó de dónde estaba acuclillado junto a Franco, desabotonandose la camisa.
-Claro amor.
Franco dió a luz a cinco niños y a una niña para cuando su esposo murió de vejez, diez años después de su matrimonio.
Chapter 4: Día 4: Orgasm Denial(Oscar/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 4: Orgasm Denial
Oscar Piastri/Franco Colapinto
Abu Dhabi
-Franco... Dale... Ya te pedí perdón.
Tras las celebraciones, los fuegos artificiales, el champagne y los abrazos de felicitaciones Oscar Piastri creía que obtendría una felicitación más que placentera por parte del más joven de los pilotos de Williams.
Cuando se le acerco junto con toda la parrilla para felicitarlo tanto a él como a su compañero no se espero el pequeño beso que dejo en su cuello junto con un susurrado.
"Tu habitación. Doce de la noche"
Y como la presa fácil que era, se dejó seducir. No opuso resistencia cuando el hombre joven lo tiró sobre la cama y le ato las muñecas en los extremos de esta.
"Para que no tengas que hacer nada. Yo me encargo de todo."
Por supuesto que Oscar acepto, estirando los brazos tanto como podía mientras el increíble cuerpo desnudo de Franco serpenteo sobre el suyo con autoridad, afianzando las correas, llenándole de besos y chupones desde el cuello hasta el bajo vientre. Perdió cualquier contacto con la realidad cuando su aliento caliente le golpeó la entrepierna, y cerró los ojos entregado al placer y lo que fuera que Franco quisiera hacer con él.
No noto el anillo que puso en la base de su miembro semi dormido hasta que llego a hincharse en toda su extensión contra la lengua del argentino estimulandolo con la boca. La felación inicio increíble, Oscar podría haber acabado allí si no fuera porque el placer comenzó a teñirse de incómodidad, más y más hasta transformarse en un dolor que rozaba lo insoportable. En el minuto en que abrió los ojos y los bajo hasta sus piernas tuvo la visión lasciva de Franco chupándolo con la cara ladeada para que la cabeza de su pene se irguiera contra su mejilla, batiendo sus largas pestañas que enmarcaban unos ojos verdes profundos que le regresaban la mirada con intensidad, y apenas un poco más abajo, el anillo de color rosa estrangulando su miembro, tiñiendole la piel de rojo.
Y eso fue solo el inicio de su tortura, una demasiado sádica e injusta si consideraba que esta era su gran noche de gloria. Temblando y con los ojos húmedos de lágrimas sin derramar observaba como Franco, sentado a horcajadas sobre él, frotaba su miembro entre sus glúteos, ocasionalmente haciendo a la cabeza besar el húmedo anillo de músculos para seguidamente pasarlo de largo, prolongando su agonía.
-Un perdón no es suficiente, Piastri. Arruinaste mi última carrera.
-Fue... Uff... Un accidente, lo sabes.
Franco dejo de mover las caderas para sentarse completamente sobre él, la mano que tenía en la erección propia bombeandose perezosamente mientras apretaba los labios a un lado, pensando en sus palabras. El australiano trago en seco un par de veces, admirando el tono rosado que tenía la erección delante de él y que se repetia en los marcados nudillos y en los pezones erguidos que parecían reclamar por su atención. Tiro de las correas en sus muñecas sabiendo de antemano que sería un esfuerzo inútil.
-¿Y eso me tendría que hacer sentir mejor?
Oscar apretó los labios cuando Franco muy a propósito apoyó gran parte de su peso en el anillo, sonriendole como un pequeño demonio lascivo.
-No te mereces que yo haga nada bonito por vos.
Se levantó ligeramente y Oscar pudo respirar con normalidad otra vez. Franco uso su mano libre para guiar el estrangulado miembro entre la línea de sus glúteos otra vez, frotándose de arriba a abajo con una goce que parecía exagerado, abriendo la boca y jadeando con fuerza mientras el líquido preseminal le humedecia en su trayecto.
-¡Mmh! Podrias tener todo esto pero decidiste cagarme la carrera... Ahora bancatela.
-¿Cuánto... Vamos a estar así?
-Hasta que me aburra.
El aburrimiento de Franco duro por lo que bien podrían haber sido horas, Oscar apretó todos los músculos de su cuerpo cada vez que su entrepierna acariciaba la entrada de Franco, y deliró entre el dolor y el extasis cuando él empujó el glande ligeramente dentro, haciéndole probar el calor resbaloso de sus entrañas solamente para alejarse y continuar masturbándose encima de él. Disfrutando de cada maldición y quejido angustioso que escapaban de los labios de Oscar. Él no podía ver su propio miembro pero estaba seguro que ya habría atravesado todos los tonos de púrpura y azul por la presión a la que era sometido.
-Argh... Estoy tan cerca... Oscar...
Sin ninguna clase de advertencia Franco se incorporó para acomodarse sobre sus costillas, bombeandose desesperado hasta que explotó sobre su pecho y parte de su barbilla. Semilla caliente y blanquecina le pintó las zonas más pálidas de su piel, mezclandose con la transpiración. Una lágrima le rodó por la comisura del ojo por la sensación de su tensionado miembro temblando entre sus piernas.
-Franco... Te lo ruego... Duele...
Pero Franco no parecía oírlo, estaba más preocupado en recuperar el aliento que en brindarle cualquier tipo de consideración. Sus párpados se movían de forma aletargada cuando se digno a notarlo, y con una mueca cansada llevo una mano hacia atrás haciéndole ver estrellas en cuánto el sonido de "clic" le estranguló por última vez, desprendiendo finalmente el pequeño recuerdo del piloto.
-Solo porque estoy cansado y quiero dormir un rato, sino te lo habría dejado toda la noche.
El argentino rodó sobre su cuerpo hasta quedar al otro lado de la cama y con una naturalidad casi pasmosa se cubrió con una sabana, bajo las luces de la habitación y cerro los ojos con toda la intención de dar por terminada la noche, dejando a Oscar no solo terriblemente caliente y acalambrado en partes donde nunca había tenido calambres, sino que también seguia con las muñecas atadas.
-¿Franco?
-¿Mmm?
-¿Me vas a soltar no?
Silencio.
Intento flexionar los brazos solo para comprobar lo bien amarrado que estaba. Su erección desatendida se erguia como una humillante demostración de la forma en que se había dejado engañar como un iluso.
-Franco lo digo en serio, no es gracioso.
Nada. Absolutamente nada. Ni un sonido con la garganta, ni una monosilaba, solo el avasallante silencio cortado ocasionalmente por un respirar profundo.
Entre bufidos Oscar juro que lo haría pagar.
Chapter 5: Día 5: Knotting(Max/Franco)
Notes:
Este es quizás el os con el que menos conforme estoy porque no seguí taaanto la temática como tendría, pero bueno me quedo bien al menos creo jjj
Chapter Text
Kinktober Día 5: Knotting
Max Verstappen/Franco Colapinto
Mating season
Franco despertó en medio de la noche con una sensación incómoda en el cuerpo y sudor corriendo por su frente. Las sábanas se sentían opresoras contra su piel, su propia habitación le olía mal, errónea, como si faltará algo. Y la felina en él necesitaba la libertad de los bosques con urgencia.
Entonces lo supo en cuanto se giró hacia su ventana y la luna le provocó un tirón empírico e invisible en los hilos de su alma. El momento había llegado, y no pudo sentirse más miserable por ello.
Odiaba la época de apareamiento.
-La puta madre.
Murmurando insultos se despegó de la suave cama humana como si le quemara, todo lo humano a su alrededor ahora provocandole rechazo, el animal peligrosamente abriéndose paso a cada minuto. Antes de despertar a sus padres o provocar algún desastre saltó por su ventana hacia el exterior, la sensación de la tierra en sus pies descalzos arrancándole un grave ronroneo que sonaba más a un gruñido, y en la complicidad de la luz plateada de las estrellas corrió con una velocidad sobrehumana por el campo de su familia, su cerebro hiperfijado en llegar a su nido.
Su familia venía de largas generaciones de híbridos de pumas, y como tales la independencia y la solitud eran las necesidades más básicas para ellos. Y en cada impredecible ciclo de apareamiento se le veía huir de su familia, de sus costumbres y gustos humanos para abrazar plenamente a su animal interno y buscar el resguardo de la madre tierra. Gimiendo y bufando por un compañero que subyugara sus días de calor.
Fue desprendiéndose de su ropa con una ferocidad calculada, desperdigando sus feromonas en cada prenda abandonada y en todos los árboles y follaje que encontraba en el trayecto a su nido, una pequeña cueva donde alguna vez se asentaron las raíces de un árbol gigante.
Su cola ondeo entre sus piernas cuando Franco frotó la espalda contra la madera seca, asegurándose de impregnar bien su nido de su olor. Se retorció en la parte plana del suelo, rodando de un lado a otro con casual elegancia, disfrutando de la tierra y las hojas secas en su hipersensible piel.
Emitió un gruñido alto y grave, casi rasgado. El llamado que cualquier macho de su especie identificaria claramente como el de una hembra lista para ser montada.
Y esperó. La paciencia llegando fácil para él porque este era su territorio, estaba protegido por todos los aromas familiares y los híbridos de puma macho abundaban en la zona. Rodó sobre su estómago y arqueó la espalda deliciosamente, contrayendo sus músculos mientras el aire fresco parecía golpear directamente en sus muslos húmedos, las uñas largas y filosas se hundieron en la tierra, preparándose para eventualmente clavarlas en alguna espalda.
El sonido de una rama quebrándose le puso en alerta, el vello de la columna se le crispó al instante mientras sus orejas peludas buscaban el origen del sonido, identificadolo a una moderada distanciada. Lo segundo que pudo captar fue el aroma, era extraño, demasiado fuerte, demasiado peligroso para ser autóctono, era indiscutiblemente ajeno al olor de su fauna. Un felino que no pertenecía a esa zona.
Muy lejanamente se preguntó como había hecho para penetrar un terreno lleno de depredadores hostiles que tenían por costumbre despedazar a los híbridos extranjeros. Quizás nadie lo había descubierto aún, quizás ya lo habían hecho y el macho desconocido resultó victorioso, o quizás nadie quería acercarsele. El ligero vaho a muerte y sangre que lo envolvía representaban suficiente advertencia de su letalidad.
Como un híbrido de puma hembra él tampoco sentía el mayor de los afectos por los desconocidos, cosa que no le provocaban ni siquiera los nacidos en sus mismas tierras, su naturaleza era demasiado independiente y arisca para atarse a un solo híbrido, ya fuera en su periodo de apareamiento como fuera de este y la perspectiva de un extraño arrastrando consigo sus propios hábitos tampoco le hacia demasiada gracia. Prefería ahuyentarlo lejos, no sería la primera vez que rechazaba al primer felino que lo encontraba solo porque le disgustaba de alguna forma.
Para cuándo su olor se hizo más fuerte y su cercanía indicaba indudablemente que se dirigía a su nido Franco ya se encontraba sobre sus manos y rodillas en una posición defensiva para enfrentar al híbrido invasor, sus garras extendidas y sus colmillos listos para atacar. Lo primero que vio de él fueron los ojos, oscuros por la noche pero que a su vez reflejaban el brillo de la luna sobre ellos, su aroma era incluso más sobrecogedor de cerca y su figura, aún en la distancia y medio oculto entre el follaje era imponente, demasiado grande como para ser un puma macho.
La cola de Franco sacudió la tierra debajo de él, respondiendo con un bufido agudo al depredador midiendolo en la distancia, el vello en su espalda crispandose con el pasar de los segundos. Fue la calma antes de la tormenta, ambos felinos enfrentándose a la distancia, uno mortalmente silencioso y otro encolerizado lanzando bufidos de advertencia.
Entonces el extranjero se lanzó hacia Franco con una velocidad que no concordaba con su cuerpo ancho y músculoso. El más pequeño de los felinos espero su embiste con el cuerpo tensionado y listo para atacar, las garras de sus extremidades superiores buscando los ojos o cualquier lugar sensible en la cara para neutralizarlo mientras su agresor buscaba inmovilizarle los brazos para girarlo sobre su estómago, y Franco no pensaba someterse sin hacerlo sangrar antes.
Lo cual era o muy valiente o muy estúpido, porque el híbrido que tenía encima era nada más ni nada menos que un león macho. Gigante. Exageradamente fuerte en comparación a Franco. Con su pelo rubio salpicado en sudor y tierra por el forcejeo y sus ojos azules casi negros por la dilatación de sus pupilas. Ahora entendía como había sido capaz de recorrer sus terrenos con tanta soltura, ningún depredador se atrevería a enfrentarse a un felino tan letal, y ahora estaba él, un híbrido de puma hembra, gruñendo y tirando zarpasos en su cara sin una onza de temor en el cuerpo, solo desafío. Inconsciente y quizás admirable.
Y en el frenesí de sus instintos animales pudo darse cuenta que el hibrido de león solo estaba jugando con él, como un gato casero con un pequeño ratoncito. La duda no era si lograría someterlo, sino cuando se aburriría lo suficiente del agresivo ritual entre felinos hasta que la urgencia por montarlo fuera más fuerte.
-Hembra...-dijo el depredador, su voz entre la profundidad de su tono humano y el gruñido de la bestia.
Franco le rugió en respuesta, enseñándole todos los dientes. Llegó a asestarle un buen zarpaso en el pecho a la altura de sus clavículas que hizo al híbrido de león rugirle en respuesta y aflojar apenas un poco su agarre. El híbrido de puma tomó esa pequeña ventana de tiempo para girarse y huir propulsandose de un salto que no logró llevarlo muy lejos porque una mano le tomó de la cola, totalmente sucio y a traición tirando de su cuerpo nuevamente dentro del nido con el estómago y la cara sobre la tierra, expuesto.
Sintió como su pelo era tirado hacia abajo, haciéndole hundir la cabeza, y entre gruñidos y sacudidas erráticas de su cola una boca de colmillos mucho más grandes que los suyos se cerró en su nuca, capturando la piel y los músculos para hundirse allí. Franco emitió un sonido muy similar a un gruñido o un jadeo, asustado por la facilidad que ese depredador tenía ahora para acabar con su vida con apenas un movimiento de su mandíbula pero a su vez demasiado encantado por la ferocidad del león. Este era un cazador peligroso, el más peligroso entre todos los felinos, y aquí estaba, reafirmando y reclamando su lugar como el macho que iba a transitar la semana de apareamiento con él.
Este híbrido tan imponente y poderoso lo estaba cortejando, el mejor cazador, el más fuerte luchador, sería el macho que tendría encima. Dejó de pelear cuando esa idea se asentó cómoda en su mente y un profundo ronroneo hizo vibrar su caja torácica.
El macho no desperdicio más tiempo y afirmando su mordida en el cuello de la hembra penetró en su carne húmeda e hinchada de una sola vez, haciendo a Franco abrir los ojos tan grande como le permitían sus cuencas, la garras enterrandose profundamente en la tierra y el ronroneo transformándose en un chillido lastimero. Él era grande en todos lados, e inevitablemente los machos de puma a los que estaba acostumbrado a acoger en su cuerpo no eran ni la mitad del tamaño de un león adulto, sus embestidas fueron casi tan dolorosas como la primera vez que fue montado y si no era porque el felino macho lo tenía afianzado de su nuca Franco ya se habría girado a morderlo.
El híbrido de león macho empujó en el cuerpo menudo y pequeño del híbrido de puma hembra haciéndole aceptarlo, trabajando el estrecho canal con su miembro palpitante que amenazaba con hincharse en la base, presagiando un orgasmo rápido del que se recuperaría con la misma velocidad para volver a montar a la felina. Una y otra vez, y así sucesivamente hasta que culminara el periodo de apareamiento.
-Duele...
Más que el dolor, a Franco le quemó el orgullo admitirse débil ante su nuevo compañero. Los felinos en todos sus tamaños y presentaciones rebozaban de amor propio y una alta estima que no daba espacio a reconocer sus errores o limitaciones, desde el principio supo que quizás un león macho era mucho para él, pero la admiración y el prestigio que le traería tomar al máximo depredador como pareja fueron mucho más fuertes.
El león le soltó la nuca, probablemente seguro que el puma estaba demasiado dócil y sumiso para huir o atacarle, así que se dedicó a lamerle las orejas, a reducir apenas el movimiento en su cadera para hacer el apareamiento menos tortuoso para la hembra. Le recorrió con la lengua parte de la cara, saboreando sus lágrimas saladas, la marca de su dentadura debajo de la pelusilla de rizos castaños y pasando finalmente por sus hombros, frotando su cabello y mejillas contra la piel sensible para empaparlo de su olor, orillandolo a calmarse, a aceptarlo, a abrirse más. Y Franco lo hizo, separó las piernas para él, arqueó la espalda y clavo los codos en la tierra, girandose para mirar al híbrido a los ojos, esos ojos profundos y salvajes que seguramente eran muy parecidos a los suyos.
-Anudame-gruñó el más pequeño de los híbridos con una voz cavernosa-Ahora.
El macho le rodeo el cuerpo con sus brazos largos y atléticos, atrapandolo en todo aspecto y forma entre la tierra y su imponente figura. Y con un gruñido que reverberó entre los silbidos del viento embistió al puma con renovado vigor, persiguiendo el propio orgasmo entre bufidos y quejidos lastimeros.
Franco contuvo el aliento cuando el nudo completamente formado golpeó contra su resentida entrada, buscando penetrarla. Y aunque el dolor seguía presente había también algo de placer allí, pequeño como un destello que aparecía y desaparecia cuál pestañeo que quizás podría prolongar cuando estuvieran unidos el uno al otro, así que se empujó contra las caderas del león macho recibiendo sus embestidas y persiguiendolas, construyendo un ritmo rápido y errático que lo sacudió en la tierra fresca. Y con una gentil mordida en su oreja el nudo del macho se abrió paso en él, atrapando ambos cuerpos para evitar que la semilla escapara del interior del híbrido de puma hembra.
Con sus sentidos altamente desarrollados pudo percibir el momento justo cuando el macho se vacío en él, el líquido ajeno que le pinto las entrañas de blanco y le calentó por dentro, su nudo palpitante e hinchado haciendo imposible el separarse. Aún había dolor, pero la placentera sensación posterior le ayudaba a sobrellevar la incómodad con soltura.
La respiración de ambos se hizo calma una vez más, permaneciendo inmóviles y en silencio. Ocasionalmente el felino más grande frotaba su rostro contra el cabello castaño de Franco, aspirando su aroma e impregnandose del mismo.
-Me gustas-sentencio solemne.
Franco ladeó la cabeza un poco, dándole permiso a acercarse a su cuello dónde el híbrido de león le acaricio con la lengua, el sabor salado de su piel que dejaba entrever las notas afiebradas de su calor interno le llenó la boca y capturado en una especie de trance siguió saboreando al puma.
No pasó mucho tiempo hasta que finalmente pudieron separarse, la sangre fluyendo en un ritmo acelerado y el deseo renovado en un vigor que era absurdo fuera de los periodos de apareamiento. Franco lo necesitaba dentro otra vez pero el híbrido parecía estar más que entretenido lamiendo su espalda y la curva de su cintura, sus ojos cerrados y las caricias de su lengua largas y tortuosas. Le bufó en un intento de sacudirlo del trance y se arqueó hacia él, moviendo la cola a un lado para poner de manifiesto lo que quería del macho.
-Montame. Ya.
Sus palabras fueron acompañadas por un grave gruñido y la erección del vello en su cuerpo, su paciencia casi inexistente sin embargo el felino más grande no parecía intimidado, tomando las piernas estilizadas de Franco para separarlas y ubicarse entre ellas, su áspera y larga lengua yendo al encuentro de su entrada húmeda de los fluidos compartidos.
-Mmm...
El híbrido de león hundió el rostro en los pliegues de la piel suave del híbrido de puma, comiéndolo con voracidad y gruñendo en cada ocasión que su lengua se retorcia contra el apretado anillo de músculos, haciendo a Franco delirar de placer.
-Me gusta tu olor.
Hizo a Franco llegar al orgasmo dos veces con solo su boca y su lengua, dejándo sus muslos temblorosos y húmedos de lubricante y saliva para cuando se sintió satisfecho de degustarlo. Lo giro para mirarlo de frente por primera vez en la noche y le limpio con el pulgar la delgada línea de sangre que caía por la comisura de sus labios, provocado muy seguramente por haberse estado mordiendo sin cuidado.
-¿Cuál es tu nombre?-Murmuro el puma mientras sus manos buscaban los hombros ajenos.
-¿Por qué quieres saber?
-Para saber por quién voy a gritar estos días.
Él se mojó los labios con la lengua ante esas palabras luciendo fascinado por el pequeño híbrido abajo de él, Franco pudo dilucidar un particular lunar en el labio superior y estiro el cuello para tocarlo con su propia lengua, probando el sabor y la turgencia de esa boca carnosa que lo devoró con maestría. Ambos pasaron a enrederar las lenguas entre sí, a paladear cada centímetro de sus orificios bucales no como los seres humanos que aparentaban por fuera sino como las bestias hambrientas y deseosas que llevaban dentro.
-Max-dijo él mientras Franco le mordia con la suficiente fuerza para hacerlo sangrar-Ahora grita.
Max no le concedió ninguna piedad cuando se introdujo en él con ferocidad, sacudiendolo en la tierra hacia adelante y atrás con la soltura que le permitia su cuerpo poderoso, exhibiendo sus filosos colmillos al híbrido de puma hembra que enterró las garras en su espalda ancha.
-¡Max! ¡Max! ¡Max!
Franco le clavó los talones en la espalda, reclamando por más fuerza y velocidad mientras dejaba arañazos en los omóplatos ajenos. El sonido de sus cuerpos chocando eran una sinfonía potente en la quietud de la naturaleza, advirtiendo a los animales pequeños e híbridos más cercanos que el felino hembra había elegido a su macho, y que si valoraban su vida se mantendrían lo más lejos posible de su cueva, la que comenzaba a oler a sangre y sexo.
En el delirio del éxtasis Franco deseo que ese león se asentara en su territorio, deseoso como nunca por su próximo periodo de apareamiento para volver a compartirlo con él.
Chapter 6: Día 6: Incest(Lando/Franco)
Notes:
La idea de este os me surgió porque el año pasado mucha gente (gringas más que nada) decían que franco y lando parecían hermanos. Honestamente yo no veo la visión
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Kinktober Día 6: Incest
Lando Norris/Franco Colapinto
Culpa
Lando no planeaba llevarse a nadie al sauna esa noche. Cuando entró al discreto club gay que visitaba con frecuencia fue solamente con la idea de beber, disfrutar de la música, quizás encontrarse a un par de amigos y olvidarse un poco de todos sus problemas y la reunión que le esperaba al día siguiente, la que le generaba tal estrés que le hacía enredarse con las palabras al hablar o la incapacidad de mantener las manos quietas. Por eso solo quería alcohol y música electrónica estridente, para desconectarse y no sobrepensar.
Pero el chico en la esquina de la barra de tragos mirándolo de la misma forma que Lando miraba a una tableta de kinder tenía otros planes.
Lo descubrió espiandolo mientras hablaba y reía con otro tipo, sus ojos velados y seductores a la vez que se llevaba una copa colorida a la boca. Lando le sonrió, encantador y coqueto sin siquiera forzarlo, las luces estroboscopicas del techo iluminando su expresión relajada. El chico se mordió los labios, su acompañante completamente ignorado en su propio monologo que se perdía entre la música alta y los alaridos, fue apenas ese contacto lo que basto para que ambos se capturaran mutuamente, sin palabras, sin siquiera un roce, solo el intercambio mudo de sus ojos.
Me gustas. Te gustó. Hagamos algo al respecto.
Y afortunadamente Lando tenía el lugar ideal.
-¡Jhon!-llamó al barman delante de él, atendiendo a otro grupo de personas-¿La puerta roja está abierta?
El hombre rió sin dejar de servir los tragos.
-Para nuestros mejores clientes siempre está abierta.
-Buenísimo.
Se bebió lo que le quedaba de su lata de cerveza de un solo trago, revitalizandose y llenándose de un subidon de emoción que le hizo olvidar su inicial resolución de no pasar su salida con nadie. Sus problemas podían esperar por él hasta la mañana siguiente mientras disfrutaba la noche como más le gustaba, en compañía de un hombre.
Guiñó un ojo al chico de rulos ondulados y se levantó de su asiento, poniéndose en marcha sin siquiera volver a mirar como el otro se despedía de su acompañante para seguirlo a la puerta junto a la barra de bebidas, la potente luz roja sobre el marco dandole ese lugubre tono rojizo. Lando palmeo cinco veces, de la forma que solo los clientes regulares conocían y del otro lado los seguros se destrabaron para él, paso primero y espero con los brazos cruzados sobre el pecho que el chico ingresará tras de sí. Y así lo hizo, ansioso o quizás demasiado incrédulo pero a Lando no dejo de parecerle terriblemente lindo. Con sus cejas oscuras y pobladas y la nariz respingada, quería pasarse toda la noche viendo cuántas expresiones esa cara podría generar.
-Vamos-dijo sin la necesidad de levantar mucho la voz ya que la música venía desde el otro lado en un murmullo ininteligible.
El pasillo era corto, algo oscuro y solo un par de puertas salpicaban el camino. De algunas salían una sinfonía de ruidos y gemidos que evidentemente pertenecían a, mínimo, más de media docena de personas. Pero hoy Lando no tenía demasiadas ganas de compartir ni mucho menos de tener sexo a ciegas en la total oscuridad de esas habitaciones, quizás alguna otra noche más preparado, con mejor estamina y si tenía suerte acompañado del chico bonito si es que lo volvía a ver.
Su puerta, el sauna 4, que ocupaba con tanta asiduidad que los trabajadores ya lo habían bautizado como "el cuarto Norris" estaba abierta y con una luz amarillenta algo tenue brillando. Lando no tuvo que ni comprobarla para saber que estaba lista; la cama con sábanas nuevas, la ventilación activada y suficientes condones y frascos de lubricante como para tirarse una docena de rondas. Apenas se dió vuelta y el cuerpo caliente y delgado del chico se estrelló contra el suyo con un hambre que le quitó el aliento y casi los tira a ambos al piso, la puerta cerrandose de un portazo. Le busco la boca para invadirla agresivamente, sus manos presionandolo fuerte contra él para generar una fricción deliciosa que difícilmente podrían sostener de pie. Lando le retorno la agresividad estampado la espalda ajena con la pared, arrancándole un jadeo necesitado.
-Lando... ¿Vos?
El chico le agarro de las nalgas con las dos manos, empujandole la cadera contra la suya, sus erecciones tocándose finalmente a través de las capas de ropa.
-Que culo tenes Lando. Soy Franco.
Lando rio contra sus labios, mordiendolos finalmente.
-¿Y que hiciste con el pibe que te acompañaba?
Franco se aventuró a desabotonar los pantalones de Lando, metiendo la mano en su ropa interior oscura para cerrarla alrededor del miembro caliente y semi duro, sonriendo cuando los ligeros movimientos hicieron suspirar al chico de piel tostada.
-Le hice pagarme la entrada y los tragos, después le dije que tenía algo urgente que atender.
-Ahh mira vos que forro-Lando le agarró de la nuca para que le mirara a los ojos-¿Siempre sos así de regalado, Franco?
El mencionado le miro de arriba abajo, las caricias de su mano continuas y acompasadas.
-Yo soy lo que vos quieras, lindo.
-Me parece que sos un poco puta-el inglés lo empujó gentilmente hacia abajo, buscando arrodillarlo delante de él-Dale, atendeme entonces.
Los ojos de Franco eran oscuros y eróticos mientras le regresaba la mirada desde su lugar en el suelo, el miembro frente a él erguido en toda su extensión y tan hinchado que las venas se marcaban a los lados. Se humedecío los labios con la lengua y se tragó el grosor de Lando de tal forma que su nariz descansó sobre sus vellos púbicos, la húmeda y apretada garganta acomodando la punta de su miembro, constriñendolo de tal forma que hizo a Lando gemir de placer y apretarle el cabello sin cuidado, despeinando las suaves ondas castañas. Se empujó de atrás hacia adelante en esa apretada humedad sin contemplaciones, delirando de gusto por la vibración que las arcadas del otro provocaban en su erección, lo miró embelezado luchar por oxígeno y darle placer al mismo tiempo, ahuecando las mejillas y amoldando su lengua a la forma de la carne que se lo cogía como si no fuera nada más que un hueco resbaloso para ser usado.
Tras un par de minutos tortuosos y agonizantes Lando salió de la boca de Franco, viendolo tocer y jadear por oxigeno con la boca y la barbilla llenas de saliva, lágrimas le corrían furiosas por la cara enrojecida, no pudo resistirse a ahogarlo con su miembro una vez más, una vena sádica palpitando dentro de su mente con el chico luchando por acomodar todo su tamaño en su boca. Lando no lo embistió está vez, se quedó completamente enterrado en esa garganta increíble que se contraía y jadeaba dejando muy poco espacio para las bocanadas de aire. Franco lo miró y esa imagen del chico con la boca llena de su erección y el vello de su bajo vientre arañandole la piel pálida alrededor de los labios casi lo hace terminar ahí mismo. Le hizo ahogarse una vez más antes de volver a salir dejándolo tociendo y jadeando por oxígeno nuevamente, Lando necesitaba hacerlo hablar, quería escuchar su voz ronca y débil por el abuso a su garganta.
-¿Estás en prEP?
-Si... Si.
-Buenísimo.
Tras esa corta respuesta pateó sus pantalones lejos y sacándose la chaqueta de un fluido movimiento se quedó a medio vestir delante de un dócil y tembloroso Franco que luchaba con el cinturón de sus pantalones. Lando se lo habría cogido así sin más con la ropa puesta y en seco por la urgencia que sentía, pero el chico era lo suficientemente lindo y habilidoso con su boca como para hacerle querer disfrutar por el mayor tiempo posible su compañía.
-Pense que me ibas a llevar al callejón atrás del club-dijo Franco poniéndose de pie finalmente a la vez que se sacaba las zapatillas con los talones, sus pantalones y la pesada chaqueta de lluvia yacían a su alrededor enmarcandolo como algún tipo de Venus gay libidinoso.
-¿Eso te gustaría? ¿Garchar en medio del frío, abajo de la lluvia al lado de un contenedor de basura?
Franco envolvió una pierna en la cadera de Lando, atrayendolo a su cuerpo desnudo. Le dedicó una mirada cargada de deseo y se mordió los labios antes de contestar.
-Me calienta que me traten como si no valiera nada.
Lando podría haber llegado al orgasmo solo con esas palabras. Él era justo el tipo de chico que le gustaba en la cama; desinhibido, descarado y con un gusto por lo vulgar que tan bien combinaba con el suyo propio. Definitivamente le iba a pedir su número.
Lo tomó desde la parte trasera de los muslos para cargarlo en brazos, Franco le rodeo el cuello y felizmente le lamió la mandíbula y una mejilla. Lando lo llevo hasta la cama para dejarlo caer sobre ella con facilidad, como si su peso no significará nada para el nivel de su fuerza y se irguió en toda su estatura delante de él.
-Y a mi me calienta llenarle el culo de leche a las putas regaladas.
En un ademán casi ceremonial esparció un generoso chorro de lubricante por toda su extensión, ayudándose con la mano para empapar bien cada pedacito de piel que terminaría enfundada dentro del cuerpo ajeno. Franco separó las piernas y las elevó hasta sus costillas, ofreciéndose sin ninguna clase de vergüenza o restricciones.
-Te tomo la palabra.
§§§§§
-Estas muy risueño hoy-comento una voz femenina al lado suyo.
Guardo su celular con el mensaje a medio escribir y se giró hacia su hermana, una sonrisa casi idéntica a la suya iluminando su rostro somnoliento.
-¿Vos decís?-ella asintió con la cabeza y se acerco un poco más para susurrarle en voz baja.
-¿Conociste a alguien?
-¿Por qué tengo que conocer a alguien para estar contento? Capaz me fue bien en el trabajó, me gane la lotería...
Ella lo codeo en las costillas, haciéndolo reir.
-Vos solamente estás así de contento a las ocho de la mañana de un domingo de lluvia porque saliste y conociste a alguien.
Lando movió los hombros hacia arriba sin responder su acusación pero la sonrisa en sus labios y sus ojos brillantes lo delataban. Había sido una buena noche, más que buena de hecho, y estaba en medio de su objetivo de volver a repetirla cuando su hermano mayor y su padre aparecieron desde la cocina cargando unas bandejas con el juego de te y algunos postres pequeños, tras de ellos la menor de los hermanos Norris se acercaba con los medicamentos de su padre en mano y una expresión algo triste mientras seguía al hombre mayor y delgado con la mirada.
Verlo se habia vuelto una tarea complicada en los últimos meses desde que le diagnosticaron una enfermedad terminal, sumado a la culminación del matrimonio casi perfecto que había tenido con su madre por 30 años y la posterior depresión de ella hacían a Lando tener que forzarse para re vincularse con él. Muy atrás habían quedado los días en los que veía a ese hombre con los ojos llenos de admiración, ahora solo quedaba una sombra del afecto que alguna vez le tuvo y que le hacía acompañarlo en todo el proceso de hacer su condición más llevadera hasta su inevitable último día. Un día que Lando aún no estaba seguro como afrontar.
Sus hermanos estaban en mayor o menor medida en la misma sintonía. Amaban a su padre y le acompañarían hasta el final, pero la amargura de la traición a su madre y a la familia que habían conformado pesaba tanto en ellos como una herida abierta. Luego de su diagnóstico su padre había querido purgar de su alma el más grande secreto que guardaba, y en medio de lágrimas, platos rotos y la memoria de una infancia manchada les confesó que durante muchos años había sido infiel a su esposa al punto de haber formado una familia paralela en otro país, con una mujer más joven que su madre con la que tenía también un hijo.
Decir que Lando lo había odiado con todas sus fuerzas en ese momento era poco. Ahora en su corazón solo quedaba resignación y un dolor latente, pequeño pero constante, que se construia dia a día con cada señal de debilidad en el hombre mayor.
- Papá, ¿Por qué hay seis tazas?-consulto la chica rubia al terminar de ayudar a su padre a tomar asiento.
-Queria pasar la mañana con mis hijos, por eso le pedí a tu hermano que no trajera a los niños hoy.
El mayor de los cuatro hermanos arrugó el entrecejo pero mantuvo el silencio, quizás descifrando las intenciones de su padre. Por otra parte Lando y sus hermanas se veían más desconcertados, incredulos al significado de esas palabras o genuinamente intrigados. No prolongó la duda mucho más cuando el timbre de la entrada rompió el silencio de la sala.
-Con todos mis hijos.
Oliver ya había ido a atender la puerta en lo que sus hermanos procesaban las palabras de su progenitor. La mano de Flo se cerró en la muñeca de Lando, necesitando algún tipo de ancla o contención por más minima que fuera, Cisca aún de pie junto a su padre lo observaba con una expresión desencajada, su pecho subiendo y bajando cada vez más rápido por su ruidosa respiración. Oliver apareció a los pocos segundos con un chico a su lado, un chico demasiado conocido para Lando.
El estómago se le estrujo en nudos dolorosos casi punzantes cuando se bajo la capucha de su abrigo de lluvia y los aplastados rizos ondulados prácticamente rebotaron a su posición habitual por la fricción y la alta humedad, los mismos que Lando había usado como riendas apenas un par de horas atrás. Estaba vestido casi igual al día anterior, una pesada chaqueta negra de lluvia lo protegía de los elementos, debajo un buzo verde oscuro y unos jeans holgados salpicados por agua. El inglés podía escuchar su propio corazón palpitandole en los oídos, y cuando los ojos verdes de Franco aterrizaron en los suyos la misma espantosa realización le desfiguró el rostro.
-Hijos... Él es Franco, su hermano.
Franco... El extranjero argentino que se llevó a un sauna para cogerselo hasta que se le acalambró la pelvis. Franco... El chico con el que se había estado mensajeando hasta hace unos minutos para repetir su encuentro de la noche anterior. Franco... Que era un año menor que Flo y dos mayor que Cisca. El hijo de la amante de su padre. Su medio hermano.
Se tapó la boca con la mano libre tratando de controlar el impulso de vomitar. Franco se veía tan pálido como un fantasma, inmóvil y silencioso, demasiado pequeño y fuera de lugar alrededor de la desvensijada familia Norris. El miedo y el estupor fluían entre ellos como la brea pero fue la furia de Cisca que se irguió entre los demás.
-Él no es mi hermano.
-Cisca...-comenzo su padre, suplicante. Ella lo calló de un grito.
-¡No! ¡Él no es nada mío! ¡Solamente es el hijo de la mujer que rompió nuestra familia!
Franco pareció volver a sintonizarse con la realidad al momento en que Cisca lo hizo el objetivo de sus insultos, demasiado alterada y fuera de sí como para escuchar los débiles ruegos de su padre o los intentos infructuosos de Oliver por callarla. Lando apenas atinó a rodear a Flo con los brazos en cuanto la escucho sollozar, sintiéndose desolado por las lágrimas que le humedecian la camiseta.
-¡Cisca, basta!
-¡Te odio! ¡Te odio con toda mi alma! ¡A vos, a esa mujer, a papá! ¡Los odio!
Ella lo empujó con toda su fuerza usando ambos brazos, apartandolo de su camino y corriendo al piso superior para ocultarse en alguna habitación, su llanto y el ruido de vidrio y madera quebrándose poniendo a todos en alerta. Franco fue quizás el más rápido en reaccionar, huyendo como un criminal por la puerta sin seguro e internandose en la lluvia y las calles encharcadas. Un músculo palpito en la mejilla de Lando mientras observaba al chico desaparecer más allá de su vista, quizás en rumbo desconocido.
-¡Lando!
Su cabeza se giro tan rápido como le permitió el cuello en dirección a la voz de su hermano y en ese momento fue consciente de la palidez en la piel de su padre y la forma en que se agarraba el pecho, sufriendo en cada inhalación. Flo a su lado pareció tener la misma tardía comprensión y prácticamente se quitó a Lando de encima para correr junto al hombre mayor.
-¡Papá!
-Subí a calmar a Cisca. Yo voy a hablar a la ambulancia.
Lando asintió para seguidamente ponerse de pie, dividido en las distintas urgencias que tironeaban de su cabeza. Quería asegurarse que su padre estuviera bien, llamar él mismo a la ambulancia y rogar a quien fuera porque llegaran rápido, detener a Cisca antes de que se hiciera daño. Y lo que quizás le provocaba más culpa y auto desprecio: buscar a Franco.
§§§§§
Franco estaba hecho bolita en la cama del hotel, su teléfono descargado en algún lugar en el suelo y su estabilidad mental pendiendo de un hilo tan fino como una telaraña cuando un golpe insistente llamó a su puerta. Algo mareado por haber estado todo el día acostado irguió el cuello entre el desorden de frazadas que le aplastaban para mirar en dirección al origen del ruido, estaba seguro de haber dejado la señalización de no molestar en el picaporte de la puerta, pero debido a la oscuridad de la habitación no podía saber bien si efectivamente lo había hecho o su memoria estaba algo difusa a través de la pesadez de su corazón y las interminables lágrimas que había soltado en la almohada.
Albergó durante un instante la esperanza de que la persona se cansaría de molestar y lo dejaría tranquilo, sin embargo sus toques pasaron directamente a ser golpes de puño despertando todas sus alarmas internas. Descalzo y vestido apenas con su pijama fue hasta la puerta.
-No necesito nada, váyase.
-Soy Lando.
Franco se encorvo en el lugar como si le hubieran dado un puñetazo.
-Vete.
-Papá está en el hospital.
Le revolvió el estómago escuchar esas palabras, no solo por lo que significaban, sino por quién era su emisor. Lando, el chico que había conocido en un club gay hacia menos de doce horas, con el que se había acostado a la primera oportunidad que tuvo, con el que había intercambiado los mensajes más vulgares posibles minutos antes de descubrir la espantosa verdad. Franco no quería verlo, no quería recordar lo bien que se sintió su cuerpo contra el suyo, toda memoria pasada estaba ahora manchada por el vínculo sanguíneo que los unia.
-¿Cómo me encontraste?-dijo en un tono de voz bajo, su mano en el picaporte aún debatiéndose si dejarlo pasar o no.
-Vos me diste la dirección.
-La puta madre...
Cómo quien arranca la venda de una herida Franco abrió la puerta de par en par, su figura difusa entre la oscuridad de la habitación en contraste con la luz que irradiaba Lando desde el pasillo y le delineaba el contorno del cuerpo. Le temblaron las piernas de solo verlo, tan hermoso e imposible, ahí delante de él.
Lando tenía las manos en los bolsillos de su buzo negro con la capucha cubriendo sus rizos oscuros y no espero invitación para pasar al cuarto, encendiendo la luz en el camino para así no trastabillar con la valija de Franco o los pequeños muebles de te.
-¿Cómo está?
-Bien. Le subió la presión pero ya se encuentra estable, se quedó preocupado por vos.
Franco se rodeo con los brazos, sobando sus bíceps algo fríos por la perdida de calor.
-Decile que estoy bien.
La expresión de Lando se ensombrecio.
-¿No vas a ir a verlo?
Con una tranquilidad que realmente no sentía Franco paso junto a Lando en dirección a la cama solo para ser detenido por este por el brazo.
-Tengo pasaje para irme a casa mañana, nunca tendría que haber venido.
-Tenes razón-respondió el inglés, buscando a propósito sonar hiriente-Pero ya estás aquí, y papá quiere saber que estas bien, si es por mi hermana...
-¡Es por todo!-estallo el argentino desprendiendose del agarre que lo tenia anclado en el lugar, aun así no se movió-Lando, nosotros... Nosotros...
-Cogimos, si ya se. Yo también tuve mi momento crisis después de que te fuiste. Pero no tengo tiempo para ser una reina del drama, y vos tampoco. Cámbiate así vamos al hospital.
-¿Cómo esperas que lo vea a la cara? ¿Qué le voy a decir? ¡¿Qué le voy a decir a mi mamá?!
-Vos no vas a decir nada. A nadie. Lo de anoche se muere con nosotros.
Franco se apoyó contra la cálida pared de madera, cubriéndose el rostro con las manos. Se veía tan frágil y a un segundo de derrumbarse mientras que Lando por su parte estaba endurecido y distante, irradiando una molestia que le recordaba demasiado a los reproches de la chica rubia, haciéndolo sentir más miserable.
-Me voy a volver loco. Esto es una mierda. Yo no puedo...
-Tu vieja pudo, por más de veinte años, jugar a la casita con papá a espaldas de mi mamá. No veo porque vos no podrías.
Los ojos avellana de Franco se clavaron como dagas en el mayor, su cuerpo entrando en combustión espontánea por la bronca.
-Lavate la boca antes de hablar de mi mamá, ¡Ella no sabía nada!
Lando bufó, ácido, a la vez que cruzaba los brazos delante de su pecho.
-Me vas a decir que en todo ese tiempo nunca quiso casarse, nunca quiso que papá se asentara en Argentina con ella...
-¿Y la tuya que? ¿A ella le parecia normal que su marido este fuera del país la mitad del año?
Demasiado silencioso e irradiando una energía pesada se acercó hasta Franco, mirándolo con un desprecio que hasta ese día nadie le había dedicado. Con unos ojos que eran dolorosamente iguales a los de su padre.
-El único error de mi madre fue amar y confiar con todas sus fuerzas en un tipo que no lo merecía. El hijo de una puta no tiene ningún derecho a cuestionarla.
¡Plaf!
El eco de la cachetada rebotó contra todas las caras de la habitación y zumbo en los oídos de Lando, la mejilla ardiendole.
-Callate, pedazo de basura.
-¿Basura yo?
Lando lo sujeto de la tela de su camiseta blanca, empujandolo contra la pared con tanta fuerza que los huesos de su espalda rechinaron de dolor. Franco atinó a agarrarle del pelo con una mano, tirando de él para quitárselo de enfrente con su otra extremidad presionando la muñeca contraria.
-Seguramente te ofende porque sos digno hijo de ella. Una puta regalada que le abre las piernas a cualquiera.
-¡Soltame la concha de tu hermana!
Lando volvió a azotarlo contra la pared ignorando los ademanes agresivos que Franco le propinaba, aprisionandolo con su cuerpo. En esa posición demasiado íntima para dos hermanos Lando hizo un descubrimiento sorprendente, y su mirada solo se ensombrecio más.
-¿Esto te excita?
Franco se congelo cuando el muslo de Lando presiono en su entrepierna y, efectivamente, una erección comenzaba a formarse allí. Ilógica, traicionera, pero a la vez muy real. Se sacudió desesperado del agarre de Lando quien había pasado de tirarle de la ropa por el frente a rodearle con los brazos por la espalda, encerrandolo de tal forma que lo dejaba sin salida.
-Te juro que si no me sueltas ahora te bajo los dientes de una piña.
-Me dijiste que te gustaba que te traten como si no valieras nada-Lando se acerco al rostro de Franco hasta que sus narices se rozaron y sus alientos húmedos chocaron entre sí-Pero no pensé que serías tan puta como para calentarte con tu propio hermano.
Franco paseo su mirada desde los ojos de Lando hasta sus labios. Una cosa prohibida y demasiado tentadora construyendose en su interior con cada segundo que pasaba y Lando lo empujaba contra la pared como si quisiera fusionarlos.
-¿Y que vas a hacer entonces?-suspiro sobre sus labios, milímetros los separaban del contacto-¿Me vas a pegar? Maricon...
Fue casi como la noche anterior. La tensión, la expectativa, las ganas de iniciar un fuego y consumirse en él hasta las cenizas. Por eso Franco no quería verlo, por eso quería huir a la primera oportunidad de ese condenado país de clima horrible, por más que la culpa le ahogara y se reprochara una y mil veces por haberse acostado con el desconocido que terminaria siendo mucho más que un tipo cualquiera en su vida no podía evitar esa picazón en su piel, en lo más profundo de sus viceras, la que no se arrepentía de haberse entregado a lo más bajo de sus instintos en la privacidad de un sauna para dos. Y quizás era porque Franco conoció a Lando antes de realmente saber quién era, lo había visto como un hombre antes que aún hermano, y como tal, todavía le quemaba la necesidad compartida desde que se separaron de repetir lo que habían hecho.
Que Dios se apiade de su alma, Franco sentía el mismo o más deseo por él a pesar de estar unidos por sangre. Se odio por ello. Seguramente se odiaria y se arrepentiría de lo que sea que esto fuera hasta el fin de sus tiempos, pero no podía controlarse, era un hombre débil, y solo quería más del fruto prohibido.
El mayor de los dos tomo la iniciativa capturando el labio inferior del menor y tirando de él con la fuerza suficiente para provocarle una pequeña herida cerca de la comisura, hizo a Franco jadear de forma inconsciente, abriendo la boca en un ruego silencioso por más, cualquier cosa, lo que Lando quisiera darle.
-Te voy a hacer mierda-susurro él, lamiendo la tímida gota de sangre en la boca de Franco y estrellándose contra él como si lo odiara.
Y quizás lo hacía, solo el odio podía explicar la fuerza con la que se empujaba contra la boca de Franco, haciendo chocar sus dientes y buscando su lengua para morderla y chuparla en su boca sin importarle si lo ahogaba en el proceso.
Con los brazos aún presos del agarre contrario Franco no tuvo otra opción más que separar las piernas para que las de Lando encajaran entre ellas, frotándose contra su cadera y sintiendo la misma hinchazón a través de las prendas del otro. Jadeos y suspiros pesados escapaban entre el desordenado beso, las mejillas tan enrojecidas como sus labios por la excesiva presión. De un momento a otro Lando se alejó de él, liberandolo de sus brazos y su toque ardiente.
-Sos un hijo de puta, no se que me hiciste.
Franco lo miró desconcertado pero Lando no le dió oportunidad para replicar cuando lo tomó de la cintura y lo volteo contra la pared, dejandolo de cara a la madera y su espalda presa nuevamente por la presión de su cuerpo. Un gemido lastimero escapó de los labios del argentino cuando le bajo los shorts y la ropa interior de un solo movimiento, arañandole la piel en el proceso.
-Yo tendría... Yo tendría que estar con mi familia, con mi papá-el tono en su voz era vulnerable, casi patético. Contrastaba mucho con su mano amasando uno de los pectorales de Franco mientras desnudaba sus miembros inferiores-Pero acá estoy... Desesperado por cogerme a la puta regalada de mi medio hermano.
Jadeando y con las piernas temblando Franco se arqueó contra él, sumiso y deseoso de más.
-Dale... Hijo de puta, hacelo si tenés huevos.
Se la metió en seco, así nomás. Piel contra piel en contacto directo, igual que la noche anterior pero ahora con un tinte más prohibido y oscuro pincelando el suceso. Franco no pudo evitar gruñir, el dolor y el placer peleando por el lugar central en su cabeza mientras Lando encontraba lugar en el espacio entre su hombro y su cuello, la mandíbula tensa y su respiración ruidosa hasta que pudo enfudarse por completo.
-Estas... ¡Ah! Muy apretado.
Franco respiro hondo un par de veces y busco una mejor posición entre la prisión que era la firme pared de madera y el torso de Lando, buscando los brazos ajenos para afianzarse de ellos por estabilidad. Se empujó hacia atrás tentativamente, el grosor de Lando abarcando cada rincón de su interior.
-Movete...
La boca de Lando se cerró en su cuello, succionando un pedazo de piel salada sin importarle en lo más mínimo la marca visible que dejaria después y lo embistió en un movimiento corto y medido, no queriendo salir demasiado pero incapaz de soportar el calor de Franco sin hacer nada. Estaban demasiado pegados el uno al otro, hasta sus piernas se enredaban entre sí con las respiraciones acompasadas al ritmo que marcaba la pelvis de Lando, ni siquiera durante la primera vez se habían tocado tanto o sentido de esta forma tan sobrecogedora y enceguecedora, era como si cada parte de sus pieles ardieran con el roce volviendo la sensación cada vez más tóxica y adictiva.
Franco se empujó contra Lando en cuanto la incomodidad se volvio mínima y el éxtasis comenzó a revolverle la cabeza y los sonidos de sus labios pasaron de ser gruñidos bajos y suspiros pesados a gemidos altos y agudos en sintonía con el vaivén. Lando construyó su ritmo hasta llegar a penetrarlo con la potencia de un pistón hidráulico, escarbando en sus entrañas de tal forma que Franco no pudiera confundir nunca quien era el que le estaba proporcionando placer, que lo recordara incluso cuando no estuvieran juntos. Quería muy en el fondo de su ser volverse inolvidable, incomparable, y muchas cosas más que anteriormente no deseaba de nadie.
Le mordió la mejilla en el momento en que se derramó entero dentro de Franco, su hermano que no se sentía como tal. Y se regodeo de orgullo cuando lo escucho suplicar y culminar igual que él sin otra estimulación más que de la del miembro de Lando en su culo.
Débil y jadeando lo atrapó entre sus brazos una vez más en cuanto la fatiga y el entumecimiento hicieron a Franco luchar por estabilidad. Y sin siquiera mirarse o hablar, ambos enviaron una plegaria silenciosa a los cielos.
Que dios se apiadará de sus almas, porque ambos habían sucumbido al pecado y habían incurrido en él una vez más, dudando si es que alguna vez podrían parar.
Notes:
PrEP: medicamento para prevenir el VIH
Chapter 7: Día 7:Public Humiliation(Paul/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 7: Public Humiliation
Paul Aron/Franco Colapinto
Reto
La mañana de entrevistas en Zandboort era gris y pesada por la humedad, el primer día después de un receso largo de verano poniendo a prueba la simpatia y entereza de los pilotos para enfrentar los cuestionamientos sobre sus expectativas por lo que quedaba de temporada. En el interior del hospitality de Alpine Franco Colapinto llevaba un buen rato atendiendo a la prensa argentina y española con el humor positivo y cómplice que le caracterizaba, sonriente y receptivo a las preguntas de los periodistas, pero por dentro se estaba consumiendo como el fuego de una vela, frotando las rodillas entre sí cuando creía que no lo miraban.
-¿Estás bien, Franco? Te ves algo sonrojado-cuestionó el periodista una vez que las cámaras ya no lo enfocaban y los micrófonos ya no grababan.
-Sisi, con algo de sueño nada más, dormí poco-respondio con una sonrisa serena, ocultando sus manos temblorosas en los bolsillos de su campera.
Rápidamente su jefe de prensa le informó que le quedaban un par de notas y unas cuantas acciones publicitarias con Pierre para concluir el día, su mente inquieta absorbiendo la información con molestia, no creía durar tanto...
-¿Puedo retirarme unos minutos a mi habitación? Necesito buscar algo.
-Por supuesto, pero no te demores mucho por favor. Pierre nos va a estar esperando.
Franco asintió dándole una sonrisa y una palmada en la espalda como agradecimiento, dirigiéndose a paso ansioso hacia las escaleras que lo llevarían al segundo piso del hospitality rogando al cielo no toparse con nadie en el camino. Pero los cielos parecían odiarlo porque se encontró de frente a su compañero de equipo que venía del corredor que dirigía a sus habitaciones personales.
-¡Franquito! ¿Ya terminaste?
-Me quedan dos entrevistas más y ya terminó.
-Ok, yo voy a picar algo en la cafetería. Te veo después.
Agradecido Franco suspiro en cuanto Pierre le despidió con una sonrisa, solo para zizear de sorpresa y estupor cuando su mano cayó pesada en su trasero, el ruido de la palmada retumbarndo en el pasillo y haciéndole fruncir los músculos.
-¡No demores Franquito!
Su voz sonaba lejana, quizás ni siquiera se dió la vuelta después de cachetearlo y era una verdadera bendición, porque de otra forma habría percibido el temblor que azotó su cuerpo y el involuntario gemido que escapó de sus labios, lágrimas amenazando por caer de sus ojos que comenzaban a inyectarse en sangre. Busco apoyo en una pared cercana mientras su respiración se aceleraba, su culo tenso y apretado alrededor del objeto que guardaba dentro mientras su entrepierna traidora comenzaba a hincharse.
A él no le gustaban estás cosas. Las odiaba. Él era heterosexual. Le encantaban las mujeres. Amaba a las mujeres.
Definitivamente no se sentía excitado por tener un juguete sexual de mierda metido en el culo.
Solo era la extrañeza de todo el asunto y la necesidad de retenerlo dentro para que no se le escapara escandalosamente en medio de una entrevista, y que ocasionalmente la cosa vibrara haciéndolo sobresaltar y convertír algo tan común como sentarse en una tarea titánica porque la pequeña cosa se enterraba un poco más profundo en él, tocando lugares ahí dentro que debería ser ilegal que se sintieran tan bien.
Una vez que pudo bajar del subidon de calor y la respiración se le hizo un poco normal se dirigió a su habitación, escondiéndose como un cachorro asustado. En cuanto tuvo la puerta cerrada se desabrochó los pantalones, observando ofendido como su pene se encontraba medio duro y húmedo en la punta, peleando por liberarse de la presión de la ropa interior.
-La puta madre...
Esto no le podía estar pasando, no a él de entre toda la gente.
-Es todo culpa de ese hijo de puta... Cara de cuchara... Pedazo de basura inmund ¡Ah!
Y como por acto de magia, la maldita cosa volvió a la vida, vibrando mucho más fuerte que antes directamente contra ese lugar que desconocía porqué le hacia ver las estrellas, busco la firmeza de la pequeña mesa ratona que tenía al lado darle algo de estabilidad a sus piernas temblorosas que amenazaban con dejar de sostenerlo, esperando que los zumbidos pasaran.
-Mmm... Basta...
Se mordió el dorso de la mano con fuerza ahogando los gemidos y aplacando un poco del placer con dolor auto inflingido, necesitaba calmarse y parar esto como fuera. No podía permitirse perder mas tiempo y ¿Qué pasaba si alguien entraba y lo veía?
El alma se le escaparia del cuerpo por la vergüenza si Pierre, alguien de su equipo, sus técnicos o sus ingenieros lo descubrían así, retorciéndose sin control y tortuosamente caliente. Podía ver claramente sus rostros pasmados por la sorpresa, sus ojos agrandados y desorbitados, mientras Franco recibía placer por el juguete en su culo como la actriz más experimentada de OF. Dios... Sería el fin de su carrera, en la fórmula uno y en cualquier otra categoría del automóvilismo. Nunca podría mostrarse nuevamente en el ojo público...
Su miembro dió un respingo, lleno de sangre y vida. Sorprendido y a la vez mortificado por el resultado que esa imagen mental había provocado.
Esto no podía ser. Él no era un degenerado. No tenía la culpa. Todo era culpa de...
-¡Franco! ¡Me pidieron que te buscará!
Canturreo una voz burlona y desagradable. El corazón de Franco se le encongio en el pecho en cuanto escucho la puerta abrirse y que en su apuro no la había dejado con seguro, pero dentro de todo, que fuera Paul Aron el que lo descubriera era en este momento el menor de sus males.
-Paul...-dijo mirándolo con el entrecejo profundamente arrugado-Sacame está mierda, ¡Ahora!
El chico rubio lo vio con una expresión aburrida en su rostro mientras saboreaba un chupetín en su boca. Con mucha calma cerro la puerta y camino hasta Franco, jugando con la golosina entre sus labios húmedos.
-Vos y yo teníamos una apuesta, Colapinto. Y la perdiste.
Y Franco iba a reprocharse toda la vida por haber aceptado.
Era una cosa muy tonta, una competencia de quién hacía mejor tiempo en las pruebas de Pirelli, el ganador tendría que hacer lo que el otro quisiera por 24 horas.
Confiado, Franco acepto sin pensarlo dos veces. Ya había tenido mejores tiempos y más velocidad que el rubio en otras pruebas y no dudaba que terminaría repitiendo la hazaña... Solo para perder el auto por un error mecánico que lo mando al muro, incapaz de seguir con las pruebas mientras que Paul pudo completar todo el programa y superar su tiempo ampliamente. El argentino había estado amargado por eso, pero lo que no se imaginó nunca era el reto que Paul había planeado para él.
-No me dijiste que está cosa se... ¡Que está cosa se mueve! ¡La quiero afuera ahora!
-¿Se mueve?
-Si tarado.
-¿Así?
Y Franco tuvo que apretar la mandíbula y cerrar sus ojos con fuerza cuando el huevo vibró en una potencia más alta que la anterior, la mesa ya no era suficiente soporte, apoyo la espalda en la pared y gruño con los labios cerrados cuando la exitación quemó dentro de él de una forma que nunca había experimentado. Era tan sucio, estaba tan mal, pero su cuerpo ingrato no parecía registrarlo, dejándose caer más y más en las filosas garras del placer.
-¿Q... Qué?
Paul saco la mano de su bolsillo para mostrar un pequeño llavero negro con varios botones a la vista.
-Era muy divertido verte fruncir el culo y tratar de disimular mientras te estaban entrevistando. Lastima que estás cosas no tienen tanto alcance, sino te lo habría hecho más seguido.
Y se lo soltó así nomás como quien habla del clima. Franco quería matarlo.
-¿Vos estuviste haciendo que se mueva? ¿Sos pelotudo o te dejaron caer de la cuna de bebé?
-Yo no le hablaría así a alguien que todavía tiene dos botoncitos más que apretar-respondio amenazante, el chupetín rojo danzando entre sus dientes.
-¡Dame eso ahora!
Franco se lanzó hacia la mano del estonio, débil pero decidido a terminar con la innecesaria tortura a la vez que Paul levantaba el brazo, aprovechándose de los cinco centímetros de estatura que tenía de ventaja en comparación al argentino y riendosele en la cara, como si toda la situación fuera un chiste graciosisimo.
-Igual ya te falta poco Franco, fíjate quedan como diez horas para cumplir el reto.
-Me chupa la pija tu reto de mierda, pedazo de degenerado-escupio el argentino, su mano tirando de la tela de la chaqueta que Paul llevaba puesta en un intento infructuoso de hacerse con el pequeño control.
-¿Degenerado yo?-respondio con un tono aireado, como si realmente se sintiera ofendido por las palabras de Franco-Me parece que acá el degenerado es otro pa.
Y con un muy imperceptible click, el huevo se sacudió furioso dentro de Franco, enterrandose un milímetro más profundo por el simple movimiento. Las lágrimas saltaron de los ojos de Franco sin poder contenerlas y termino casi apoyado contra el más joven, su mano apretándole el brazo con tanta fuerza que le hundía las uñas en la piel. En esa distancia y en el silencio Franco creía poder escuchar el sonido de zumbido directamente desde su culo, y su cara ardió en llamas. Con el brazo libre Paul le rodeo la espalda, su expresión burlona remarcandose.
-A muchos hombres les duele tener algo en el culo por primera vez, pero mírate vos, te estás retorciendo como una mina que le meten los dedos.
La mano libre del chico descendió por su cintura hasta el nacimiento de sus glúteos, dónde su dedo medio acaricio la línea vertical de su pantalón, arrancandole un jadeo.
-¿Qué te calienta más Franco? ¿El huevo que tenés adentro o que alguien se entere que lo tenés?
-Cállate...-musito con la voz húmeda y quebradiza.
-Tenes una próstata muy sensible me parece, yo diría que tenés talento natural para ser pasivo.
El bochorno le hizo sentir que le quemaban hasta las orejas. Quería ahorcar a Paul, quería bajarle todos los dientes de una buena piña. Solo necesitaba que su cuerpo dejara de temblar y que sus extremidades le colaborarán para darle al rubio lo que se merecía con creces.
Moviendo la golosina a un costado de su boca Paul se inclino para hablarle al oído con una cercanía que no habían compartido nunca.
-¿Te cogieron alguna vez Franco?
-Que te importa.
-Estoy seguro que te gustaria-Paul presiono el dedo medio entre las nalgas de Franco, dónde su orificio tenso se encontraba.
Hubo un chillido escandaloso por parte del argentino, su ignorado miembro parecía palpitar entre sus pantalones.
-¿Ves? A ningún hombre hetero le gustan estás cosas.
-¡Cállate! Yo soy hetero.
Paul sonrió con todos sus dientes, con esa falsa inocencia encantadora que ponía ante las cámaras o en la fábrica de Alpine.
-Un hetero con el culo goloso entonces.
Paul volvió a empujar su dedo contra su orificio repetidamente, simulando embestidas. Franco tuvo que contenerse de poner los ojos en blanco.
-A vos lo que te hace falta es una buena pija, seguro que hasta se te aflojan todas las tensiones que tenés encima.
Franco abrió la boca para aspirar aire frío en sus acalorados pulmones, los músculos de su mandíbula resintiendose por la fuerza que ejerció contra sus dientes. En ese momento Paul aprovecho para deslizar el chupetín empapado de su propia saliva dentro de sus labios, el huevo automáticamente cesó el movimiento, y el mundo de Franco por un instante dejó de dar vueltas.
-Diez horas Colapinto. Cuando las cumplas, venite a mi cuarto que yo te saco el huevo. Y si quieres, te lo reemplazo por algo mejor.
El rubio hijo de su muy puta madre le guiño el ojo y se fue tan tranquilo como había llegado, dejando a Franco duro y necesitado.
-Lo odio. Lo odio tanto-susurro degustando el sabor a cereza en su boca.
Franco iba a asfixiarlo con una sabana mientras dormía.
Chapter 8: Día 8: PetPlay (George/Franco)
Chapter Text
Kinktober Día 8: Pet Play
George Russell/Franco Colapinto
Mención Alex Albon/George Russell
Trigger warning ⚠️: PetPlay concensuado
Mascota
-Alex, te lo digo en serio. Hacer equipo con Max es horrible.
Alex río ante el tono vehemente de George y lo empujó ligeramente con el hombro, la mortecina luz blanca del pasillo del edificio de George iluminando su camino de la noche oscura y lluviosa.
-Podría ser peor, te podría haber tocado Lance.
-Hubiera preferido a Lance no haciendo nada que tener a Max constantemente en mi oreja contradiciendome todo el tiempo.
Llegaron al final del pasillo entre chismes de universidad y risas contenidas, caminando con muy poca distancia entre sus cuerpos exhibiendo la cercanía de su vínculo.
-¿Aún sigue en pie la cita al cine el sábado?
George se quedó de frente a su puerta sin seguro, la llave girada entre sus manos mientras un nada sutil sonrojo le adornaba las mejillas.
-Obviamente.
La sonrisa de Alex iluminó su rostro y George creía que había caído un poquito más enamorado de él. Frotándose los labios entre sí se inclino hasta el chico mitad tailandés dejando un beso en su mejilla, casi a la altura de su pómulo.
-Gracias por acompañarme a casa.
Alex imitó su acción, presionando los labios en su mejilla con ternura.
-Gracias a vos por prestarme el collar viejo de tu perro, me salvaste de que mi hermana se entere que casi pierdo a su gato.
-No fue nada, te lo regalo si quieres.
-Muchas gracias George-Alex dió un paso hacia atrás con algo de reticencia-Y un día me tienes que presentar a esa famosa mascota tuya.
-Mi cachorro es un poco celoso, no le gusta la gente desconocida. Pero te prometo que vas a conocerlo un día.
-Voy a estar esperando-Comento con una enorme sonrisa, caminando de espaldas para seguir viendo a George en el marco de su puerta.
-¡Te vas a caer si seguís así! Y si no te apuras te va a alcanzar la lluvia.
-¡Hasta mañana!
Con ese último saludo y un ademán con el brazo Alex finalmente se giro sobre sus talones y se apresuró a seguir el camino hasta el exterior del edificio. George se mordió los labios sintiendo como la ternura y el cariño le burbujeaban en la boca del estómago, haciéndolo sentir ligero, y porque no, enamorado.
Su departamento lo recibió en silencio, la luz de la entrada y la cocina le dieron la bienvenida dibujando sombras en sus muebles y en su propia figura esbelta. Colgó sus abrigos en el perchero y se cambió a su calzado de entre casa en un ademán tranquilo.
-¿Fran? ¿Estás despierto?
Un pequeño gorgojo resono desde la sala de estar, tan bajo y monótono que de haber tenido la televisión prendida no lo habría escuchado y con una sonrisa tranquila en los labios camino hasta encontrar el origen del sonido.
-Aqui está mi cachorrito.
Junto al sofá de dos personas, casi oculto con la esquina de la pared asomo una cabeza de risos desordenados portando una diadema de orejas de perro, completamente desnudo salvó por el bozal de perro que le cubría la mitad de la cara y en su cuello el cascabel contra la medalla metálica inscripta con su nombre tintinearon cuando él se acerco a recibir a George apoyandose en sus manos y rodillas.
-¿Me extrañaste, bonito?
Franco respondió frotando la mejilla contra su rodilla, ganándose una caricia en su cabello.
-Voy a traer tu comida y mi té, espérame aquí.
George le señalo el suelo y Franco obedeció a la orden de su dueño, sentándose sobre sus rodillas al instante, un gemido ahogado por el bozal escapó de sus labios cuando el plug se enterró un poquito más dentro de él, su amplia circunferencia estirando sus músculos internos de forma deliciosa pero aún así tortuosa, el placer era increíble pero nunca suficiente, no llegaba a satisfacerlo por completo así que termino gimiendo desde su garganta, las lágrimas agolpandose en las comisuras de sus ojos.
Así fue como George lo encontró, gimiendo en soledad con la larga cola castaña del plug anal surgiendo desde sus nalgas y extendiéndose sobre la alfombra. Era verdaderamente una mascota encantadora.
-¿Tienes hambre cachorro? No te preocupes, ya tengo tu comida.
George se dejó caer en el amplio sillón y, como un ritual bien practicado, procedió a dejar el bowl de carne y su taza de te en el pequeño mueble a su derecha, encendió una lámpara en la intensidad mas baja posible para iluminar la habitación más allá de la luz que se filtraba desde la entrada y la cocina, permitiendo admirar la figura esbelta y atlética de su mascota, ordenó a Alexa poner música suave y relajante que tranquilizara su cerebro después del agotador día que había tenido y tras dar un pequeño sorbo a su te aromático se inclino hacia Franco, aflojando las correas de su bozal para descubrir sus labios rojo cereza.
-Como extrañé ver esa carita-George le acaricio la mejilla con la palma abierta y Franco se recargo en ella, extasiado por la sensación de adoración.
El chico de grandes ojos azules se estiró por el bowl de comida con su mano libre, pequeños cubos de carne sellada que aún supuraban jugos rojizos golpearon a Franco con su delicioso aroma, haciéndole rugir el estómago.
-Repasemos los trucos-Dijo George con parsimonia-Habla.
Franco ladro, imitando lo mejor que pudo a un perro. Su dueño le sonrió y deslizó en su lengua una pieza de carne, Franco mastico en silencio saboreando con gusto.
-Dame la pata-Franco estiró el puño hasta su regazo-¡Buen chico!
Recibió más carne como recompensa. Mientras él se dedicaba a comer alegremente George le dió un trago más a su taza, el calor asentandose cómodamente en su ser.
-Move la cola para mí.
Con un suspiro laborioso Franco se elevó ligeramente sobre sus rodillas, sin separarse completamente del piso y meneo las caderas de un lado a otro, la cola del mismo color que su cabello siguiendo el movimiento y arrastrándose sobre la suave alfombra.
Franco contuvo el aliento lo mejor que pudo, su entrepierna estrangulada tensandose por la necesidad de expandirse.
-¡Muy bien!
George lo recompenso dejando el bowl finalmente en el suelo, delante de él para poder comer a su propio ritmo. Y en un ademán pactado y practicado Franco se encorvo en dirección a su comida, alimentándose solo con la boca en grandes mordiscos. Su dueño lo miró encantado, y cruzando las piernas una sobre la otra termino su bebida caliente y disfruto del espectáculo que su mascota le proporcionaba. Su esbelta y ángulosa espalda era preciosa, George podía perderse horas en la pronunciada curva de su cintura que acentuaba su pequeño trasero respingado, quería estirar la mano y acariciar desde la línea de su columna vertebral hasta la punta de cola sostenida por la fuerza de sus entrañas.
-¿Sabes Fran? Alex me invitó a una cita, él realmente me gusta mucho.
Su mascota no le respondió.
-¿Qué opinas? ¿Te gustaría tener otro dueño?
Franco gruño en voz baja, terminando lo último de su comida y limpiándose los labios con la lengua. Se irguio nuevamente para mirar a George, sus ojos desafiantes adornados por sus cejas arrugadas.
-Mi cachorrito celoso-George le peino el cabello ondulado con la yema de los dedos, arrastrando las uñas en su cuero cabelludo obteniendo un gemido de satisfacción por parte de Franco-Siempre vas a ser el primero para mí.
Emitiendo un gentil gorgojo Franco descanso la mejilla contra la rodilla de George, recargandose en él en busca de mas caricias que el chico no demoro en proporcionarle. Guiado por cierta sensación de seguridad pegó todo su cuerpo contra las piernas de su dueño, la piel erizandose en el contraste de la ropa áspera en su piel sensible e, inconscientemente, empujó la pelvis contra el pie de George, el metal raspando en el calzado.
-Ohh, me había olvidado.
George rebuscó entre sus bolsillos hasta dar con una pequeña llave dorada y alejando a Franco ligeramente se inclino hasta su entrepierna donde el cinturón de castidad plateado resplandecia contra la piel enrojecida de la hombria de Franco.
Con un suave clic el cinturón cayó en el suelo y el chico desnudo gimió de gusto, la sangre fluyendo rápidamente hasta sus genitales doloridos.
-Cumpliste muy bien tu castigo, precioso. Pero no quiero tener que volver a hacerlo.
Franco froto la cara contra sus rodillas en agradecimiento y afirmación, asegurando así haber aprendido su castigo. George lo había descubierto masturbándose con su ropa sucia y su determinación fue implacable, veinticuatro horas con el cinturón puesto mientras la cola con el tapón de la circunferencia más amplia le estimulaba en una presión constante.
-¿Quieres que tu dueño te haga sentir bien, Fran?
El mencionado gimió en respuesta, empujando las caderas nuevamente contra la pierna del más alto. Los ojos de George brillaron en la luz baja, centelleando de una lascivia tan prohibida y que Franco correspondía tan bien. En completo silencio, con el ademán más pausado y reverencial George separó las piernas y hundió la mano dentro de sus pantalones flojos, ahuecando su erección con la palma abierta.
-No debería malcriarte tanto después de que te tocaste sin permiso.
Los ojos de Franco se pusieron brillantes de humedad, meneando su cadera de tal forma que hizo a la punta del tapón rozar su próstata, su miembro igual de erguido que él de su dueño implorando por atención en lo que la hendidura humedecia la sensible cabeza de líquido preseminal. George llevo una mano a su cabello, hundiendo los dedos en sus suaves risos castaños desarmandolos cuando los peino hacia atrás. Tomándolo como una señal positiva Franco se acerco hacia él, pegando el frente de su cuerpo en una de las piernas de George, apoyando la cabeza a la altura de su rodilla para mirarlo con ojos suplicantes.
-Cachorro travieso, sabes bien que no puedo decirle que no a esa carita.
El más alto empujó la ropa que cubría su entrepierna con la muñeca y libero su miembro duro para la fascinación del chico en el suelo quien, sin esperar por algún tipo de señal o orden se arrojó a lamerlo desde la base hasta la punta, saboreandolo como si de una paleta helada se tratara.
-¡Ahhh Fran!
Se encargo de embadurnar el miembro con su saliva dándole largas lamidas que sabía volvían a George loco, con una mano hizo retroceder la piel de la punta para descubrir la rosada cabeza y buscando fricción para su propia erección se froto contra la pierna vestida, montandolo con desespero.
-Mi cachorro en celo... Tan bueno, tan obediente.
George le premio empujando con el frente de su pie la punta de la cola entre las nalgas de Franco, forzando a la gorda cabeza del tapón a apuntalar plenamente en la próstata del chico después de una tarde tortuosa de tenerlo rozandola apenas un poco, nunca tocandola en su totalidad.
-¡Ahhh!-Gimio con la boca a centímetros del glande rosado de George.
-Adelante bonito, ya sabes que hacer.
Extasiado Franco obedeció sin chistar y se tragó el miembro de George por completo, la nariz enterrada en los cortos rizos de su bajo vientre y ahuecando las mejillas comenzó a succionarlo en su garganta, como si quisiera comérselo, respirando con dificultad en el momento en que el pie de George lo elevó prácticamente hacia arriba, el peso de su cadera recayendo en en el tobillo ajeno cuidando de no apretar sus testículos en el proceso mientras su pie mantenía la férrea presión en la punta del tapón.
-¡Fran! ¡Así!
Tomando ese jadeo como una advertencia Franco relajo su garganta y se deleito con la sensación de sentir como el miembro de George se hinchaba en la base para seguidamente subir por el tronco y explotar en su boca, el sabor salado de su semen llenándole los sentidos. Franco trago con hambre, gimiendo de placer alrededor del grosor de George mientras él alcanzaba el orgasmo en su pierna, manchandolo de largas tiras de su propia semilla.
Franco observo a George respirar con la boca abierta y los ojos cerrados, completamente aturdido y destrozado. Él siguió chupándolo por un rato más incluso cuando ya estaba completamente blando, adicto a la sensación de tener la boca llena de su dueño y su semen anidando en su estómago.
-Ya basta Fran, me la vas a arrancar si sigues así.
A regañadientes se lo saco de la boca y aprovecho para recoger algo del sabor de la piel de George que había quedado impregnado en sus labios con la lengua, recostandose contra su muslo negado a alejarse de él. Una vez que George recuperó el aliento se incorporó del sillón y cargo a Franco entre sus brazos como una facilidad pasmosa, el chico desnudo se acurrucó contra su pecho con el sonido del corazón de su dueño arrullandolo.
-Vos y yo vamos a tomar una ducha y directo a la cama, nada de quedarse despierto hasta tarde, ¿Qué dices cachorrito?
Franco gimió en afirmación, los ojos cerrados y la expresión serena, en paz.
-Alex va a amarte-murmuro George, su estómago ligero y su cerebro afiebrado de solo imaginar a su chico y a su mascota juntos. Realmente no podía esperar para presentarlos.
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